El embajador de la República Popular China en España, Qiu Xiaoqi, se ha permitido desestimar una entrevista conmigo para presentarle una carta de Reporteros Sin Fronteras sobre la libertad de expresión en su país alegando que la organización que represento es enemiga del pueblo chino.
El señor Qiu Xiaoqi y yo no nos conocemos personalmente, así que si nos encontráramos en una cafetería madrileña podríamos entablar una conversación amable en la que le sería fácil constatar mi aprecio por el pueblo chino, comentaríamos libros y películas que he leído y visto sobre su país, sabría de mi ilusión por visitar muchos de sus lugares más emblemáticos.
Lamentablemente, en el momento de intercambiar nuestras tarjetas para despedirnos, mi cara mostraría la satisfacción por conocer un miembro distinguido de la diplomacia china, aunque posiblemente no compartamos ideas políticas, y en cambio la suya reflejaría la irritación por haber estado conversando durante unos minutos con un enemigo de su pueblo.
Pero la verdad es que la realidad es otra.
Ni yo soy enemigo del pueblo chino ni la organización a la que actualmente represento como secretario general quiere dañar en algo al pueblo chino. Todo lo contrario, nuestras iniciativas, siempre iniciadas mediante llamadas al diálogo, van encaminadas a conseguir que en República Popular China impere la libertad de expresión y su principal soporte, la libertad de prensa.
Sabemos que es un empeño difícil porque los países que se gobiernan mediante una estructura de partido único recelan de cualquier crítica y consideran toda disidencia como un ataque a la seguridad del Estado, pero no por ello vamos a cejar en conseguir estos objetivos.
Creo que no me equivoco si además afirmo que nunca hemos perdido las buenas maneras al presentar nuestras reclamaciones, precisamente porque no queremos romper la posibilidad del diálogo, aunque si es verdad que algunas de nuestras actuaciones pueden haber resultado especialmente irritantes para las autoridades chinas, como ocurrió cuando nos plantamos delante de la sede olímpica en Pekín para denunciar los incumplimientos sucesivos de plazos en la apertura para la prensa internacional, o cuando desplegamos en Olimpia una bandera con las “esposas olímpicas” que representan la falta de libertades.
Y supongo que difundir un “Informativo sin fronteras” desde el centro de Pekín el mismo día de la inauguración de los juegos tampoco les habrá hecho mucha gracia, pero son actividades pacíficas de protesta que entran en el juego limpio de las organizaciones no gubernamentales de todos los ámbitos para hacer llegar un mensaje a la opinión pública internacional.
Pero se supone que un diplomático de alto nivel, como debería ser el embajador extraordinario y plenipotenciario de la República Popular China en España, debería ser consciente de ello y saber reaccionar adecuadamente, abriendo puertas y no cerrándolas.
Espero que al leer el texto de la carta que se le dirigía aprecie que a pesar de escribir con claridad nuestra opinión sobre la situación de las libertades fundamentales en China no hay ninguna animosidad, y que tenga en cuenta también que es muy difícil para una organización de periodistas mantener este nivel de ecuanimidad cuando sabemos que tenemos a decenas de colegas presos en condiciones inhumanas por cumplir con su obligación profesional de contar lo que ve o lo que conoce personalmente o a través de sus fuentes de información.


escrito por Pilar Urbano, mayo 16, 2009
Usémosla con justicia y dignidad.