AP-APAL
Diego Dominguez Herrero, socio vitalicio y uno de los decanos de la Asociación de Periodistas – Asociación de la Prensa de Almería (AP-APAL), ha fallecido esta tarde en Almería a la edad de 91 años. La AP-APAL pierde a su socio núm. 2 y a uno de los profesionales de la información que con su entrega y ejemplo han dignificado el periodismo en nuestra provincia, profesión que ejerció durante cuatro décadas como redactor de "La Voz de Almería".
El periodista Diego Domínguez Herrero nació en Zurgena el 16 de agosto de 1921. Se incorporó a la plantilla de la redacción del periódico "Yugo" el 1 de marzo de 1942, con la categoría profesional de auxiliar de primera, ejerciendo las funciones de dibujante y responsable del archivo gráfico del diario. Alcanzó la categoría de redactor literario en 1961. Además de redactor de "La Voz de Almería" lo fue de "La Hoja del Lunes de Almería", que editó la Asociación de la Prensa, en sus dos épocas, la última en los años 70.
Domínguez Herrero, tras cuatro décadas consagradas al periodismo como dibujante y redactor literario, fundamentalmente en temas municipales, militares, de sucesos y de arte, pudo dedicarse a su otra gran pasión, la pintura. Como pintor desarrolló también una intensa actividad, sobre todo una vez alcanzada la jubilación, a principio de los años 80. Sus obras, muchas de ellas extraordinarios retratos, pueden verse en instituciones almerienses. Precisamente en 2008 expuso en la sala de la Caja General de Granada, en una muestra homenaje a su hijo fallecido Diego Domínguez Velázquez.
En junio de 2008 sorprendió con la publicación de un libro conteniendo sus memorias, con el título "Pinceladas de una historia". En aquella ocasión, muy cerca de cumplir 87 años,el periodista Diego Domínguez recogió el reto que le lanzó una de sus hijas y se puso manos a la obra. El resultado fueron 320 páginas llenas de sentimiento y emotividad.
"Pinceladas de una historia" es un relato de recuerdos, vivencias y acontecimientos en la vida de Domínguez. Desde su niñez y su juventud en Zurgena, hasta su venida a la capital donde definitivamente montó su residencia, sin dejar nunca su condición de zurgenero. Abunda en todas las etapas de sus ya sopresados años, teniendo un emocionado recuerdo para su hijo primogenito, Diego, fallecido en 1982.
El propio Domínguez en el epílogo del libro escribía: "Sé que esta dedicación a recordar vivencias y sensaciones experimentadas a lo largo de más de ochenta años, no concreta un relato extraordinario, de ameno o interesante contenido, pero podéis estar plenamente convencidos de que, para mí, ha sido como volver a momentos de profunda emotividad, eje sobre el que han girado vicisitudes imborrables. Seguro estoy de que ésta mi historia no pasará el umbral del Olimpo, pero estará en el corazón de mis hijos y nietos, el más hermoso de los lugares, vibrante estante que a toda obra le encantaría ocupar".
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