Helena Manrique Romero
La llorona costarricense más mexicana que la ranchera y el chile, Isabel Vargas Lizano, murió en Cuernavaca a los 93 años, pasando a la historia como Chavela Vargas.
Rebelde por naturaleza y aguerrida por necesidad, esta centroamericana de triste niñez, quien se vistió de hombre con pistola al cinto en su juventud, jamás escondió su homosexualidad declarando públicamente su amor por la pintora mexicana Frida Kahlo.
Fue una Grande de la música popular mexicana, inmortalizó el poncho, el tequila, y su ondulada voz en las rancheras de su amigo el cantautor José Alfredo Jiménez, otro Grande de México. Llorona, El último trago, Macorina son algunas de sus canciones más sentidas.
Chavela fue pasión en estado puro, personalidad fascinante y coraje, en un mundo de hombres que la anuló en su natal Costa Rica, pero que floreció en México, cuna de poetas, donde la música es identidad nacional.
Postulada al Premio Príncipe de Asturias de las Artes, distinguida por la Universidad de Alcalá de Henares como Excelentísima e Ilutrísima Señora, rechazó un Grammy honorífico. Bellas Artes la despide en la tierra y en la eternidad la reciben las estrellas.
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