Roberto Cerecedo
Cuentan, que cuando el presidente del Grupo 16, editor de Historia, Motor, Diario y Cambio 16, el malogrado Juan Tomás de Salas, se levantó un buen día para dirigirse al baño, se topó con un individuo, en el salón de su casa de Puerta de Hierro, vestido con un corto y estrecho camisón de mujer estampado a flores. Y que el hombre, de aproximadamente uno setenta y dos centímetros de estatura, de complexión fuerte, de aspecto indígena, tenía un enorme parecido físico con el actor estadounidense Charles Bronson. Y que sobresaltado, Juan Tomás, comenzó a dar grandes voces y gesticular, para tratar de intimidar a aquel desconocido, que irrumpió de pronto en su domicilio, a esas horas de la madrugada.
Pero aquel señor, llevaba aposentado en su casa, nada menos que la friolera de seis meses. Y la mujer de Juan Tomás, Bárbara Chaplin, salió precipitadamente a rescatarle. Puesto que era el marido de la mujer que tenía a su servicio.
Al rato, Juan Tomás, repuesto del sobresalto, no le quedó otra que tomar a Gilberto Villamil como chofer oficial del presidente del Grupo 16. Y al comprobar que cursaba estudios de fotografía en Photo Centro y su notoria afición por el periodismo gráfico, le compró una cámara fotográfica, y le incorporó de inmediato a la Sección de Periodistas Gráficos del semanario Cambio 16.
En un principio, sus compañeros de sección del semanario, no vieron con agrado a un hombre desconocido, que acababa de arribar a la profesión, impuesto por la presidencia del Grupo. Pero Gilberto Villamil estaba hecho de una pasta especial. Y era, entre otras muchas cosas, un grandísimo profesional de raza. De esos que se miden día a día con las noticias. Siempre iba a todos los sitios con su cámara. Y volvía siempre con el trabajo bien hecho, aunque le agredieran salvajemente, como ocurrió en un partido de fútbol, por hinchas radicales del Real Madrid; le torturaran, como le ocurrió en la selva amazónica; o le estuvieran matando, salvado de puro milagro por el guerrillero y leal amigo Gustavo Fajardo. Siempre con su sonrisa puesta, ancha y cordial. Y su notoria elegancia desplanchada del savoir faire y del saber no molestar. Y que conocía como nadie la lealtad, el grado supremo de la amistad.
De ella dio, sobrada muestra, en lo que fue la guerra fraticida entre Juan Tomás y su hermano, Alfonso de Salas. En lo que parece fue, el desmantelamiento del periódico Diario 16, icono de la Transición, el asalto a sus arcas y a su redacción para montar el diario El Mundo. Con la dirección orquestada de Jose Pedro Ramírez, a quien Juan Tomás, propietario del Grupo 16, había convertido en el director de periódicos más joven de España. Según se cuenta en el libro Pedro J. Ramírez al desnudo.
Puesto que el día 2 de abril de 1989, Gilberto Villamil, ya periodista gráfico del semanario Cambio 16, coincide casualmente en el avión, en un viaje a Francia, con dos conocidos letrados, que comentan entre ellos la operación, en el asiento de atrás. Y al aterrizar, pone en conocimiento de todo a Juan Tomás de Salas.
Gilberto Villamil Guzmán, grandísimo periodista gráfico, leal, cachondo, viejo amigo, falleció a las dos y quince minutos, de la madrugada del viernes, 8 de febrero de una neumonía. Llevaba algo mas de diez días aquejado de una gripe común. Y no respondía al tratamiento. Por lo que el médico de cabecera decidió administrarle antibióticos. Pero la enfermedad no se detenía. Y esa noche, la del domingo 27 de enero, ya no pudo dormir porque se ahogaba. Por lo que el lunes, 28 de enero, ingresó en el hospital Gregorio Marañón de Madrid.
Me llamó una hora antes de salir, para decírmelo. Hablábamos todos los días a las nueve de la mañana, y luego por la tarde, nada mas llegar a la Asociación de Periodistas Gráficos Europeos, de la que él era el Secretario General, y yo el Presidente. En unas magníficas instalaciones cedidas por el Ministerio de la Presidencia de Gobierno. Y que le esperaba su mujer, para llevarlo en el automóvil, ya que él no podía conducir, puesto que se ahogaba. Y que volvería enseguida.
Por la tarde, a las dieciséis horas y treinta minutos horas fui a verlo al hospital, haciendo uso de mi quehacer periodístico para poder llegar hasta él rápidamente.
En la Sala de Observación, junto a otras muchas personas, la médica de urgencias le hacía preguntas sencillas, de donde se encontraba, para comprobar su coordinación y consciencia. Dado que la neumonía inicial, motivo de su ingreso, se le complicó y le produjeron dos paradas cardio respiratorias agudas, dos Ictus consecutivos, y una embolia, que le dejaron inmovilizada toda la zona izquierda. Y mantenía la mirada perdida y tenía serias dificultades para expresarse.
En la Sala de Post Hospitalización, a donde lo trasladaron seguidamente, debido a la gravedad de su estado, la invasión masiva sanguínea cerebral, no pudo detenerse, a pesar de los denodados esfuerzos del eficiente equipo de médicos.
Allí, semiinconsciente me tendió su mano, que yo estreché contra la mía para que supiera que estaba allí, que yo me ocupaba de todo. Y él balbuceó, dificultosamente, mi nombre.
A las seis de la tarde, el competente equipo médico que lo atendió, compuesto en su totalidad por mujeres, cada una especialista en su área, me explicó detalladamente la gravedad de su situación. Y que a pesar de tener que esperar su evolución, en las próximas cuarenta y ocho horas siguientes, su situación era muy crítica . Y que solo un milagro y su enorme fortaleza podrían salvarlo.
El día 31 de enero, al producirse una vacante de camas, lo trasladaron a la planta quinta del Gregorio Marañón, a la habitación 2511. La misma en donde estuvo internado el grandísimo actor y mejor amigo Juan Luis Galiardo. Pero ya no volvería a recuperar la consciencia. Y su enorme fortaleza, le mantendría con vida tan solo ocho días mas.
En el Tanatorio Sur de Madrid, próximo al hospital Ramón y Cajal, a donde lo trasladaron en la mañana del viernes, día 8 de febrero, Gilberto Villamil, con una expresión relajada y risueña, como si dijéramos, como solía empezar sus mejores frases, estuvo arropado en todo momento por la entereza de su mujer Áura Forero, su hija Adriana Villamil, dos de sus hermanos Samuel y Fidel, recién llegados expresamente de Colombia, gracias a los generosos buenos auspicios del Ministerio de Presidencia del Gobierno y de Asuntos Exteriores, e infinidad de destacados compañeros de los que fueron sus medios y de otros muchos y grandes amigos colombianos y españoles. Compañeros de viajes, tertulias, copas y parranda. Las mujeres y los hombres que le quisimos. Gilberto, ante todo, era un ser a querer.
Gilberto Villamil, entrañable y querido periodista gráfico hispano colombiano, secretario general de la Asociación de Periodistas Gráficos Europeos, casado, con dos hijos, Andrés y Adriana, nació el día 14 de noviembre de 1945, en el seno de una familia humilde de campesinos de once hermanos, en la ciudad colombiana de Arcabuco, de la provincia que lleva el nombre de la mas importante distribuidora de suscripciones de prensa española, Boyacá, entre ellos del diario EL PAÍS. Que vino a España y adquirió la nacionalidad española en el año 1973. Practicó la lealtad, la prudencia, la templanza, la fortaleza, la justicia. Y se convirtió pronto en uno de los periodistas gráficos mas importantes y destacados de su tiempo.
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Siempre lo recordare como un hombre de una Fortaleza incalculable y con su cámara en mano, como cuando mi Papá nos decía viene su tío, “Todos listos para la Foto”. Hasta Pronto Tío.