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Domingo, 24 de Febrero de 2013

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Máximo García Ruiz                      

En agosto de 2012 escribía yo un artículo que titulé enfáticamente “Rajoy miente”. Hacíamos mención al relato neotestamentario, concretamente de los Hechos de los Apóstoles, en el que se recoge la sutil mentira de Ananías y Safira pretendiendo engañar nada menos que al Espíritu Santo. Y traíamos a colación el relato bíblico para poner de manifiesto las mentiras del presidente del Gobierno incumpliendo las promesas hechas o negando la realidad que debía conocer sobradamente. “Ha hecho promesas”, decíamos entonces”, “que no ha cumplido; ha negado datos sobre la economía que estaba obligado a conocer y que dijo ignorar; él y sus inmediatos colaboradores se han mostrado arrogantes, apoyándose en supuestos básicos no solamente equivocados sino maliciosamente distorsionados; ha creado esperanzas fundadas en promesas para las que él y su equipo estaban incapacitados de cumplir; al igual que a sus predecesores le falta humildad y le sobra arrogancia. Pero lo más grave de todo no son las torpezas o la impotencia, sino las mentiras”.


Máximo García Ruiz

Se afirma insistentemente que la juventud actual es la generación mejor preparada de la historia de España. Repetido hasta la saciedad por los medios de comunicación, la opinión en su día de un espontáneo se ha convertido en una especie de axioma que nadie se atreve a contradecir. Llevo impartiendo la docencia en el ámbito universitario desde el año 1977; y aunque lo hago normalmente a grupos minoritarios, una tan dilatada experiencia da lugar a hacer algunas reflexiones al respecto. La primera tiene que ver con el aserto al que estamos haciendo referencia.


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Máximo García Ruiz

Cuenta Stefan Zweig [1] que en el fragor de la Guerra de 1914 (la estela del cabo Adolf Hitler aún estaba por emerger), una guerra, como fue la del 14, con notables rasgos románticos, muchos escritores alemanes se creyeron obligados a enardecer a los guerreros con canciones e himnos rúnicos [2] para que entregaran sus vidas con entusiasmo en la defensa de Alemania. Esos ideólogos se encargaron de desprestigiar la cultura inglesa y la cultura francesa, reafirmando la primacía de la cultura alemana; y justificaron la guerra como el único medio para purificar la pureza de su raza y de su cultura. Un dato curioso es que en las calles Ringstrasse de Viena o Friedrichstrasse de Berlín, así como en otros lugares señeros, fueron suprimidos los letreros franceses e ingleses de los comercios. Y aún añade Zweig otro dato curioso referido a un convento que se llamaba “La doncella inglesa” que tuvo que cambiar de nombre porque irritaba a la gente, ignorando que en ese caso “inglés” se refería a “ángel” y no a “anglo”.


Máximo García Ruiz

Mi amigo, el ínclito historiador Gabino Fernández, acostumbra a decir: “más leer y menos escribir”. Tiene razón al reafirmar la importancia de la lectura como una imprescindible fuente de información; y tiene también razón en el fondo de la cuestión, ya que mucho de lo que se escribe sería fácilmente prescindible. Tampoco termino de descubrir si se trata de una alusión personal. Pero, sin quitarle mérito al sentido último de la frase, y que cada uno de aquellos que escriben, o escribimos, juzgue por sí mimo si sus escritos están suficientemente equilibrados con las lecturas hechas o no y si tienen la suficiente enjundia como para ser compartidos, quiero recordar lo necesario que resulta que el poeta deje oír su voz, que el artista comparta su ingenio y que el profeta no sea remiso a la hora de lanzar su mensaje a los cuatro vientos. Y esto es especialmente válido en lo que hace referencia a la denuncia profética.


Máximo García Ruiz

Ya va siendo hora de que los protestantes españoles comiencen a plantar cara a los gobiernos de la nación y a los diferentes estamentos del poder que hacen caso omiso del mandato constitucional que les obliga a “promover las condiciones para la libertad y la igualdad del individuo y de los grupos en que se integra sean reales y efectivas”, tal y como determina el artículo 9 de la Constitución, que añade, además, que ha de ser una acción capaz de “remover los obstáculos que impiden o dificultan su plenitud”, con el propósito de “facilitar la participación de todos los ciudadanos en la vida política, económica, cultural y social”.


Máximo García Ruiz

Hoy en día nadie pide consejo, ni siquiera los jóvenes. Más aún, especialmente los jóvenes. En otros tiempos los jóvenes sí se preocupaban por conocer la opinión de los mayores. El joven poeta que deseaba emular a un Rilke o a García Lorca; el pintor que deseaba triunfar en el arte siguiendo las huellas de un Velázquez, un Van Gogh, un Dalí o un Picasso; el entusiasta del teatro que aspiraba a lograr el éxito de una Margarita Xirgu, un Juan Diego o una Idina Menzel; el aspirante a escritor consagrado que buscaba las huellas de Unamuno, Stefan Zweig o Arturo Barea; incluso el aprendiz de carpintero, de fontanero o de electricista, que se ponía bajo el amparo de un maestro experimentado para aprender concienzudamente el oficio del que pretendía vivir el resto de su vida; o el joven agricultor que, desde niño, aprendía de sus mayores a gestionar las diferentes estaciones del año y los fenómenos atmosféricos para conseguir sacarle a la tierra el mejor fruto. Todos ellos tenían su mente abierta y sus sentidos expectantes ante las respuestas de los versados maestros; y cuando no fluía libremente la enseñanza, surgía la pregunta.


Máximo García Ruiz

Sheldon Adelson se empeña en que hagamos juego; juego sucio, claro, en ambientes insalubres no solamente a causa del humo del tabaco sino de la corrupción moral que suele acompañar este tipo de negocios. Entre tanto, los políticos han echado sus dados en Galicia y en el País Vasco. Malos tiempos para el PSOE y euforia para el PP, aunque contenida por el desplazamiento que sufre en el complicado escenario que se dibuja en tierras vascongadas. Y, entre tanto, Artur Mas vela armas en Cataluña, atizando el fuego del separatismo que no es separatismo; de la independencia que no lo es tanto; de la chulesca insumisión legal con la que pretende ganarse al electorado, aunque para ello tenga que recurrir a marrullerías y manipulaciones que, al parecer, no producen el mínimo sonrojo en quienes las practican. Rubalcaba está desparecido, lamiéndose las heridas en retaguardia, mientras algunos de los barones del PSOE claman ya por que dimita; Rajoy se rearma para seguir aplicando los recortes que, al parecer, no son tales recortes, evitando un rescate que no es rescate y gestionando un Estado, conocido anteriormente como del bienestar, que se rompe en pedazos, en el que uno de cada cinco ciudadanos está en el umbral de la pobreza o ya es pobre de condición.


Máximo García Ruiz

Hacía mucho tiempo que no escuchaba un análisis de la realidad tan lúcido y, a mi juicio, acertado, desde el punto de vista económico y político, como el que hizo el expresidente de Gobierno Felipe González el pasado día 9 de octubre en el programa que dirige Antonio García Ferreras en el programa “Al Rojo Vivo” en La Sexta.


Máximo García Ruiz

“Con Franco vivíamos mejor.” La frase volví a escucharla recientemente en una comida familiar. Mezcla de chascarrillo y añoranza, lo cierto es que hacía mucho tiempo que no la oía; una frase que se hizo muy popular en los años de la transición política española, especialmente pronunciada por personas pertenecientes a sectores que añoraban, por razones diversas, los tiempos de la dictadura. Lo cierto es que el hecho de vuelvan a resonar estas palabras hace que a muchos de nosotros se nos remuevan las entrañas. Pero veamos.


Máximo García Ruiz 

La hipocresía religiosa que subyace en la cultura española, es antológica. Somos capaces de rasgarnos las vestiduras porque las niñas musulmanas asistan a clase con la hijab cubriéndoles la cabeza; tachamos de fanáticos incorregibles, con razón, a quienes, fieles a sus sentimientos religiosos, se ponen el orden social por montera y arremeten violentamente contra aquellos que se mofan de sus símbolos y creencias; nos burlamos despiadadamente de las prácticas y creencias ajenas a nuestras tradiciones y somos capaces no solamente de nombrar Capitán General de las Fuerzas Armadas a una imagen de la Virgen María (en este caso la Virgen del Pilar), sino que, además, le concedemos la Gran Cruz de la Orden del Mérito de la Guardia Civil. Claro que en Argentina nos han tomado la delantera, porque allí son dos advocaciones de la Virgen las que ostentan el título de General de las Fuerzas Armadas: la de las Mercedes y la del Carmen. Así les va; así nos va[1].