La Iglesia (naturalmente católica) hará “recomendaciones morales” ante las elecciones del 20-N, según han decidido los obispos de la Conferencia Episcopal Española.
No hace falta tener mucha imaginación para adivinar a quién beneficiarán dichas recomendaciones. Llevamos mucho tiempo sufriendo la incidencia de los señores obispos en la vida social, intentando tener influencia en las leyes que como sociedad civil se da.
Tendremos que recordar que las leyes que atacan son todas ellas referentes a derechos de los ciudadanos. No son obligatorias. Aquellos que tengan otras convicciones religiosas no tienen por qué acatarlas. Por ejemplo, no es obligatorio abortar, no es obligatorio el matrimonio entre personas del mismo sexo, ni el divorcio exprés… Sí es obligatoria la educación para la ciudadanía, la Ley de Igualdad de género y otras. En fin, es fácil adivinar qué recomendarán los obispos. Casi seguro que votar a los partidos que no defiendan en sus programas ninguna de estas leyes. ¡Blanco y en botella!
Lo que me parece más difícil de justificar son algunas leyes que se nos proponen. Como muestra, la implantación de la cadena perpetua, que además de no ser muy constitucional, en teoría no coordina mucho con las enseñanzas del Evangelio. Según el Maestro al que dicen seguir, ya se acabó el ojo por ojo y diente por diente; se cambió por amar a los enemigos, perdonar a los que nos atacan, etc. ¿Algún parecido con la petición de cadena perpetua? Además, para que la propuesta no tenga desperdicio, se apostilla que será revisable. O sea, que si tienes posibles para pagar un buen abogado, siempre se podrá revisar; si eres pobre, lo tienes más difícil…
Está bien que los creyentes opinen. Como ciudadanos, tienen todo el derecho a hacerlo y participar en la vida política de su país. Pero las instituciones como tales, tanto católicas como de otras confesiones, que también tendrán que mirárselo, no tienen ninguna autoridad para intervenir. No nos cansamos de oír que vivimos en un Estado “aconfesional”, “laico”. Pero visto lo visto, cualquiera sabe en lo que estamos; lo que sí está claro es que todos, creyente y no creyentes, deberíamos defender el principio evangélico de “A Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César”.
Publicado en el semanario comarcal Canfali Marina Alta, Denia, 22 de octubre de 2011