María Rosa Medel

Eso dicen las cajetillas de tabaco. Y es verdad, pero lo peor es cuando el tabaco mata a los demás, a los que no fuman y no estoy hablando de los fumadores pasivos, entre los que me encuentro, sino de los muertos como consecuencia del fuego.

Hemos visto esta semana pasada cómo ardía Cataluña, cómo los coches quedaban atrapados, cómo se ponía en riesgo la vida de las personas por el simple motivo de que un conductor descerebrado, en el mejor de los casos, arrojó una colilla encendida por la ventanilla del coche.

Un simple gesto, una imprudencia y de momento cuatro muertos y varios heridos graves. Cuando salga publicada esta columna espero que ya haya acabado y no tengamos que lamentar nada más. Hoy martes, cuando escribo, sigue ardiendo el monte.

Y no sólo mueren las personas. Aunque no tan grave, también arden las casas, los recuerdos de la gente, los esfuerzos de toda una vida por tener una vivienda, etcétera.

Pero no debemos dejar de vista a esos funcionarios, que en este caso son bomberos que se juegan la vida cumpliendo con su trabajo. Si bien es cierto que ayudados por los ciudadanos de a pie, ya que son insuficientes los profesionales que están en esta lucha.

¿Nos sobran funcionarios? Burócratas desde luego, enchufados, todo; pero de los que trabajan por el bien de la gente, de los que forman la columna vertebral de la Administración, no sobra ninguno.

Se comenta en las zonas con riesgo de incendios que se han reducido tanto las patrullas forestales, los trabajos en el monte que cuando ocurre una desgracia como ésta no tenemos suficiente personal. Como venimos oído repetidamente, los incendios se apagan en invierno. Y debe de ser verdad,

Creo que los recortes y los ahorros hay que hacerlos con cabeza, en las cosas que no sean fundamentales para la ciudadanía. Lo dicho, necesitamos más médicos, más maestros, más enfermeras; no estoy segura de que más policías, etc… De lo que podríamos prescindir es de los funcionarios amiguetes, puestos a dedo por el político de turno y sobre todo de los políticos deshonestos. De los que se acercan a la política para medrar, pensando en ellos y no en la labor que les requiere la sociedad.

Es hora de poner a cada uno en su sitio: los políticos en la política, los funcionarios en la función pública, cada uno desarrollando su papel con integridad. Así, los ciudadanos podríamos disfrutar de un país seguro y feliz.

Las utopías no son malas de suyo…

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Publicado en el semanario comarcal Canfali Marina Alta, Denia, 28 de julio de 2012 

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