María Rosa Medel
Es costumbre que los meses de agosto, que suelen estar faltos de noticias, aunque no está siendo el caso del actual, con Juegos Olímpicos y todo, surgen las serpientes de verano, eso es, algunas informaciones que salvan el tipo a los periodistas que quedan de guardia en los distintos medios. Y que se alargan y se multiplican para llenar los espacios vacíos.
Pero este año es atípico en todo. Nos hemos encontrado con una noticia que ha puesto el foco en lo más crudo de la crisis: los pobres. La historia, como todo el mundo la conoce, se resume en unos carritos, mangados, robados, expropiados… en dos conocidas grandes superficies con una carga de alimentos básicos, esto es de primera necesidad, o sea, baratos.
Dejando a un lado la gravedad del “delito” -cada uno le dé la categoría que crea conveniente-, estamos ante la cruda realidad de muchas familias. Según los datos oficiales, un millón setecientas mil tienen a todos sus miembros en el paro y doscientas mil dependen de unos miserables cuatrocientos treinta euros que el Gobierno duda si debe darlos o no. El plazo venció el día quince y cuando esto se publique espero que sepamos ya lo que un Gobierno de vacaciones ha decidido sobre esta ayuda.
Además nos encontramos con la paradoja de que hay peticiones de uno a cinco años de cárcel para estos jornaleros, y no he oído nada de los que tengan pedidos los directivos de las Cajas de ahorros, por ejemplo.
En medio de esta vorágine de informaciones oigo con estupor cómo unos líderes cristianos dan lecciones de economía doméstica y plantean, entre otras medidas, la necesidad de no utilizar la tarjeta de crédito -¿los pobres la tienen?; me parece que no-, de ahorrar en vez de comprar las cosas a plazos... Lo inaudito es que cuando se habla del desastre de organización de la economía doméstica que esto supone, nos dicen que los intereses a veces superan con mucho al valor del producto, pero no culpan a los usureros que hacen posible eso. Raro, ¿no?
Creo que el único acto de violencia, que yo conozca, de Jesús de Nazaret, de quien dicen que es su modelo, fue contra los mercaderes que estaban abusando del pueblo. Lo que atacó fue las mesas de los cambistas, no a los pobres que eran expoliados por los mismos.
Creo que tenemos que tener un cierto grado de seriedad. Es verdad que cuando la “fiesta” que dicen que hemos tenido - la han tenido algunos y siguen teniéndola los mismos- hemos hecho algunas tonterías, pero cuando se rompe una lavadora en una casa y no se tiene el dinero para comprar otra, no hay más remedio que acudir al crédito aun a sabiendas del abuso de que vamos a ser objeto.
Después de tantos años de Democracia, creo que ha llegado el momento de dejar de poner mesas petitorias para los pobres para pasar a exigir los derechos básicos que nos otorga nuestra Constitución.
Publicado en el semanario comarcal Canfali Marina Alta, Denia, 18 de agosto de 2012
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