Mohamed Boundi

Durante la dictadura franquista, España tuvo la oportunidad de romper su aislamiento gracias a la influencia del turismo que fue acompañado de aires de modernidad, de industrialización y de apertura sociocultural. En el Siglo XXI, tiene la segunda oportunidad de arrimarse a las democracias modernas gracias a la presencia de casi seis millones de extranjeros (5.736.258 al 1 de enero de 2013) dentro de su población. En la práctica cotidiana, tenemos la convicción de que a España le hace falta una audaz y progresista política migratoria para poder crear un nuevo modelo social en el que triunfe la ciudadanía en plural.

En la vecina Francia, el nombramiento de Rachida Dati ministra de Justicia en el primer gobierno de Nicolás Sarkozy (febrero 2007-junio 2009), puso un punto final al escepticismo de la gran mayoría silenciosa de los inmigrantes en este país.

En la V República, las oportunidades del éxito son garantizadas para todos. Primera mujer beur llamada para dirigir un importante ministerio, Rachida Dati se convirtió en pocos meses en la encarnación de la igualdad en Francia y la nueva cara de la V República. Aunque algunos medios de comunicación la consideraban como la Condoleeza Rice francesa por su estilo combativo propio durante las campañas electorales de Sarkozy, defendía la idea según la cual la diversidad cultural es una gran suerte para Francia y que los jóvenes inmigrantes de los suburbios marginados pueden también, con voluntad y sacrificio, conseguir felizmente todos sus sueños.

El sueño para poder disfrutar de las mismas oportunidades en el plano social y político, dentro de una sociedad occidental, está sujeto al respeto de los valores universales, la convivencia entre las distintas identidades culturales y el derecho de las minorías de crear su propio espacio en la vida política.

Francia, un modelo a imitar

Francia ha resuelto este escollo por medio de una plena integración de los inmigrantes. Por desgracia, algunos países europeos como España, han tardado mucho antes de superar el trauma histórico para reconocer a los extranjeros el derecho a la plena ciudadanía mediante el derecho de votar.

Con un CV repleto de títulos universitarios y experiencias profesionales como jueza o auditora en grandes empresas e institutos de desarrollo económico, Dati reconocía las grandes aptitudes políticas de Sarkozy que le considera como una "verdadera consejera y no como una sirvienta árabe". Su fundamental misión, como ministra, era intentar borrar los malentendidos que envenenaban las relaciones entre el expresidente de la Republica francesa y una gran parte de la juventud de los suburbios. Además de demostrar que la defensa de los derechos de los marginados no es un coto reservado de la izquierda en Francia.

Hija de obrero marroquí y de madre argelina que nunca pisó la escuela, Dati debía pasar por múltiples pruebas de supervivencia antes de formar parte del cuerpo de los jueces instructores. Se presentaba, al nombrarse ministra de Justicia, como un ejemplo de la voluntad temeraria para todo ciudadano en Francia que aspiraba a triunfar sin recurrir a los atajos ni sentirse victima de prejuicios. Nacida y criada en un suburbio de HLM en las afueras de Paris dentro de una familia de 12 hijos (ocho chicas y cuatro chicos), sacaba buenas notas en el colegio antes de introducirse en el mundo político.

Se dejaba la vida en pequeñas chapuzas para apoyar a su familia en la educación de sus hermanos. No hay que ver en la población inmigrante sólo una comunidad problemática, decía en la defensa de la condición humana de los extranjeros que acuden a Francia en busca de una vida mejor. En sus comentarios, medios de comunicación y observadores ponen de relieve los méritos y capacidades de Dati para conseguir el respeto de todos por haber desafiado el destino, sus orígenes magrebíes y las barreras separadoras de clases.

No es una casualidad que Dati estuviera en el gobierno Sarkozy. El camino se lo habían preparado otras generaciones de origen magrebí en tiempos remotos. Citamos a Nafissa Sid Caram (1910 - 2002), quien fue la primera mujer miembro de un gobierno de la V República y la primera magrebí miembro de un gobierno francés entre 1959 y 1962. Fue Secretaria de Estado encargada de las cuestiones sociales en Argelia y de la aplicación del estatuto personal del derecho musulmán.

En 2002, otra mujer de origen magrebí Tokia Saïfi, fue nombrada Secretaria de Estado encargada del desarrollo sostenido en el primer gobierno de Raffarin. Hija de obrero argelino que emigró en Francia en 1945, Tokia se consideraba como la primera magrebí que entró en la Euro Cámara en 1999.

En el campo de hombres, las efemérides políticas recuerdan los nombres de Azzouz Begag, de origen argelino nacido en Lyón (Sur de Francia) en 1957, que fue nombrado en 2005 ministro delegado de la Promoción y de la igualdad en el gobierno de Dominique de Villepin y Hamlaoui Mekachera ministro delegado de los veteranos de la guerra en 2004.

El caso español: una integración insuficiente

Desde la restauración de la democracia en España, en 1978, la diferencia parece inexistente entre derecha e izquierda en política migratoria. En otros países del espacio Schengen, la saga de los inmigrantes no comunitarios (árabes y africanos sobre todo) contribuye ya en la gestión de los asuntos públicos, la formulación de reflexiones en el Parlamento Europeo y en los debates políticos.

En Bélgica, por ejemplo, 25 beurs formaban parte, hasta las últimas elecciones federales, de los consejos elegidos 17 dentro de ellos eran militantes del partido socialista. Para las elecciones legislativas federales (2010), más de 80 belgas de origen marroquí formaron parte de las listas de candidatos de los distintos partidos. En la legislatura anterior, el Parlamento belga contaba cuatro senadores y tres diputados de origen marroquí. Su plena integración, la apertura social y la voluntad política ayudaban a evitar el determinismo social en la trayectoria de cada ciudadano.

Por las trabas legales y burocráticas, médicos, ingenieros, sociólogos y filólogos marroquíes, palestinos, nigerianos, ecuatorianos, etc. formados en las universidades españoles, prefieren regresar a su país de origen o instalarse en otro país europeo donde están mejor tratados y pagados. Ante del inicio de la recesión, España necesitaba durante su ciclo de prosperidad económica, a extranjeros cualificados para fomentar campos de investigación y de desarrollo. Sin embargo, proteger a los inmigrantes contra las discriminaciones salariales y laborales y su familia contra la marginalización social debía ser el primer verdadero paso hacia una verdadera ciudadanía y la igualdad. Ahora, España cuenta con menos extranjeros puesto que su número bajó por primera vez en los 15 años pasando de 5.751.487 en 2011 a 5.736.258 en 2012. Un dato que invita a una seria reflexión de parte de todos: sindicatos, políticos y sociedad civil.

 


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