La terrible historia de los pequeños Ruth y José, incinerados por su propio padre en una inmensa hoguera, ha estremecido a España entera durante las última semanas.

El 15 de septiembre del año pasado, Ruth Ortiz le anunció a su marido, José Bretón, que iba a separarse de él.

Transcurridos 22 días, sus hijos de 6 y 2 años desaparecieron misteriosamente.

Una antropóloga forense dictaminó en esos momentos que los pequeños huesos que se habían encontrado entre las cenizas de la hoguera eran de animales.

Ahora dos distinguidos paleontólogos afirman que, sin lugar a dudas, los huesos son humanos, ya que entre ellos se han hallado algunos trozos de fémur y varios dientes de niño.

Más allá del bochornoso tropiezo de la policía científica de Madrid, con esa increíble equivocación en el primer resultado y con la todavía más increíble ausencia de un segundo examen que lo ratificara, la pregunta que todo el mundo se hace es: ¿cómo pudo un padre planificar y preparar durante semanas la fría ejecución de sus propios pequeños?

Aunque lo sucedido nos encoja el corazón, lo cierto es que la capacidad para el mal existe y todos nosotros la llevamos dentro, en forma del cerebro Triuno.

El Dr Paul MacLean, Director del Laboratorio de Evolución del Cerebro y Comportamiento en el Instituto Nacional de Salud de EE.UU., ha dicho que, esencialmente, los seres humanos tenemos tres cerebros, que corresponden a diferentes etapas de la historia evolutiva.

El más antiguo y primitivo es el cerebro reptilíneo (o complejo-R), que controla la supervivencia de la especie, la territorialidad y el ejercicio de poder.

Luego vinieron el sistema límbico, que compartimos con los mamíferos y que provee de sentimientos y emociones, y, finalmente, el específicamente humano, el neocórtex, que nos aporta la capacidad para el lenguaje, la visualización, la imaginación, la creatividad y el simbolismo, únicos en los seres humanos.

Un cerebro no reemplazó al otro, todos se conservan intactos en sus formas evolutivas y sus funciones, trabajan juntos, de ahí lo de ‘cerebro Triuno’.

Porque sus partes no se han integrado a veces falla la coordinación y un cerebro predomina sobre el otro. El reptilíneo es, probablemente, el que propició todos los sacrificios humanos rituales, especialmente los de niños inocentes, cuyo ceremonial se remonta a la noche de los tiempos.

En la naturaleza estos asesinatos son habituales, muchos animales matan y se comen a sus propias crías, cuando éstas nacen deformes o si dudan de que sean de su propia progenie.

José Bretón (exmilitar en Bosnia) tiene 39 años, es maniático, ordenado, machista, celoso, narcisista y de una frialdad glacial (reptilínea).  Acomplejado por su baja estatura, su voz aflautada y su fracaso laboral, solía repetir: “Fuera soy un mierda, pero en mi casa mando yo”.

Su mujer, veterinaria, ganaba más de 1.700 € al mes mientras él sólo percibía los 465 € de su subsidio de desempleo, razón por la cual él debía quedarse en casa a cuidar de los niños mientras Ruth salía a trabajar.  Otra razón para el resentimiento…

A Bretón le molestaba si los niños tosían, se ensuciaban o estornudaban, por lo que los abuelos encontraban siempre a los dos pequeños extrañamente cohibidos y silenciosos ante la presencia de su padre.

Seguramente su cerebro reptilíneo percibió el abandono de su mujer con sus dos hijos como una afrenta a su hombría y una invasión de su territorio, por lo que resolvió vengarse.

El lugar elegido para erigir el altar del sacrificio fue su finca de naranjos próxima a la ciudad de Córdoba, “Las Quemadillas”, de siniestro nombre premonitorio.

Es probable que José Bretón planificara hacer desaparecer a los niños a loMadeleine McCann, tras lo cual, fantasearía, Ruth y él se unirían nuevamente para recorrer el mundo en su busca, como lo hizo el matrimonio inglés…

Javier Urra, psicólogo forense, ve en este caso comportamientos propios del maltratador más violento: “Nos enfrentamos a una persona de una inteligencia media, narcisista y propensa a la exhibición, histriónica y obsesiva. Si se confirma que este hombre ha matado a Ruth y a José quedará claro que su única intención ha sido hacer el mayor daño posible a su esposa”.

Y añade: “Seguro que lo hizo con el convencimiento de que estaba asesinando a los hijos de su esposa. Él había renegado de ambos niños y ya no se consideraba su padre, por lo que el dolor que sentiría sería mínimo”.

El filicidio por venganza conyugal es, desgraciadamente, bastante habitual en los matrimonios desavenidos. Especialmente entre los hombres, aunque también puede darse en alguna mujer, como en el caso de la estranguladora de Santomera.

Generalmente lo cometen en un impulso homicida que suele seguirse por arrebato y ofuscación, aunque no es habitual que sea gélida y minuciosamente planificado durante varias semanas, como en el caso de Bretón, apodado ya  “el Monstruo de Las Quemadillas”.

Hace poco Francisco Blanco, de Gran Ganaria, estrelló su coche delante de la casa de su exmujer mientras le decía por el móvil: “Asómate a la ventana para ver lo que te mereces”. Él y su hijo de 10 años murieron carbonizados… Blanco tenía una orden de alejamiento de su ex, y sin embargo, disponía de permiso para ver al pequeño.

Miguel Hidalgo, de Inca, Mallorca, ahorcó a su hijo de 5 años en el baño y luego se suicidó en el hueco de la escalera. También Emilio C. asfixió al bebé de 5 meses de su pareja el pasado 10 de enero pasado en Valls (Tarragona)…

Sobre este nuevo caso de filicidio vengativo, el de Bretón, el forense Miguel Lorente, exdelegado del Gobierno para la violencia de género, especifica: “Muchos homicidios se producen en el momento en que ella se va y él ya no puede controlarla”.

Y agrega: “Un maltratador no puede ser un buen padre. Hay que revisar la ley para impedir que puedan acceder a los hijos quienes tienen antecedentes por malos tratos, para que estos terribles crímenes no vuelvan a producirse”.

Que los legisladores y gobernantes tomen buena nota.

 

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