María Rosa Medel
Desde que ha salido elegido como obispo de Roma el papa Francisco, oímos hablar constantemente de la Iglesia de los pobres y para los pobres.
De momento, y está bien, sólo vemos gestos. Es verdad que el papa intenta no revestirse del lujo vaticano tan alejado del mensaje del Evangelio. Lleva el anillo de plata y sus zapatos negros; es un paso, pero tendremos que esperar.
En este ínterin, aparece la Iglesia Ortodoxa Griega de Chipre que, ante el gravísimo problema en que se encuentra su país, da un paso al frente y pone todos sus bienes, bueno, habla de hipotecar, no de regalar-, todas sus riquezas que según dicen son cuantiosas, a disposición del gobierno. Bien, como principio no está mal.
En un momento en que la Unión Europea se ha saltado todas las normas, también las suyas, e intenta hacer que un país -eso sí, pequeño, quizá si fuera grande no se hubiera atrevido-, la deuda la paguen los ciudadanos de a pie, considerándolos responsables del problema y sin dar opciones. Cierran los bancos, bloquean los dineros y a pagar toca por decreto.
Después de que el Parlamento chipriota se haya negado a aprobar lo que el Gobierno le pide, y que parece que no encuentra ayudas en el exterior, aparece, como hemos dicho, la Iglesia ortodoxa dando un paso al frente.
Bueno, diríamos un pasito para ayudar. Pone toda su inmensa fortuna para ayudar al país. Pero, ¡oh, sorpresa!, no es para repartir a los pobres. No, se trata de salvar a los bancos. Se trata de comprar bonos y así salvar al sistema bancario, que según dicen las malas lenguas tiene sus días contados.
O sea, nuestro gozo en un pozo, aún no profundizando en cómo en un país con tantos problemas económicos se puede permitir una iglesia con tanto patrimonio y además, según parece, es la principal inversora del banco más importante.
¡Bingo! Nos ayudamos a nosotros mismos, que dirían ellos. Como decía el otro día Iñaki Gabilondo hablando sobre esta noticia, ¿es que estamos todos locos? La Iglesia hipoteca, que no reparte sus bienes para salvar a los bancos. Bravo.
Todavía nos toca esperar a ver si en algún siglo de estos, aunque nosotros no lo veamos, la Iglesia, todas las Iglesias, se convierten en lo que deben de ser: la Iglesia de los pobres. No está mal que nos hagamos esta reflexión en puertas de Semana Santa, cuando la Iglesia está a punto de sacar parte de sus tesoros a pasear a la calle. ¿Alguien lo pensará? Ya con eso nos daríamos por satisfechos. Lo cierto es que somos muy pacientes.
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En la época de la Inquisición, ser procesado y condenado por estos tribunales implicaba no solo un tema de herejía y fe, sino que también del despojo de bienes y riquezas del afectado que pasaban al parecer todo a la Iglesia. También existían procesos de herejía a personas ya muertas.
Luego en la emancipación americana, los ejércitos patriotas, en más de una ocasión, se apoderaron de especies de valor (como elementos de oro) de catedrales e iglesias, a viva fuerza si era necesario, para con ello dar sueldo a los soldados. Fueron robos "patriotas".
Ahora, en lo antiguo, para representar lo más digno y elevado en autoridad en la Tierra y/o espiritual, he observado el uso de materiales valiosos; así que no todo es por un lujo por el lujo, sino que un elemento cultural-religioso. Pero, a la vez, entrar de lleno al mundo del mercado y la especulación, no se condice con un discurso simultáneo en redención de la pobreza. Y también, cualquier institución tiene que verse digna en variados aspectos, los extremos tampoco son útiles.
(Podemos observar cierto nivel de boato, desde las más altas autoridades religiosas, a los más elevados jerarcas de entidades políticas que forman estados y cuya doctrina declarada es la mejoría de obreros y campesinos; al menos en la mayoría de los casos).
Para mí, lo más real y concreto es que el tema de los pobres y su mejoramiento es de muy antiguo centro de discursos y doctrinas políticas y religiosas; y otra cosa es el mundo real: aquello que realmente se realiza en cumplimiento de tales discursos y doctrinas.
Escucho que los índices señalan aumento de la pobreza y de la diferencia entre ricos y pobres en mi país. Entonces, al menos en "mi aldea", tales discursos y doctrinas redentores, políticos u otros, están en las aspiraciones y buenos deseos más que en la realidad misma. Y en ambos casos, el tema convoca y aglutina, de todas maneras, energiza a las entidades más que variar sustancialmente la situación amplia.
Los pobres están al centro centro del discurso y aspiración religiosa, y de los proyectos políticos (hoy tanto de izquierdas como de derechas). La paciencia es mucho más amplia, por lo tanto.