“Ha sido cumplida la voluntad de Jorge”, me comunica en un atento mensaje Eloy Rueda Muñoz, hermano de Jorge Rueda: “Los archivos, en cualquier clase de soporte”, me dice, han sido “quemados y los discos duros formateados y destruidos con una machota.”

Y ahora viene lo más escalofriante: “Las cenizas de Jorge arrojadas a un contenedor de basura y la esquela de media página como deseó”, esquela que me envía en un archivo adjunto.

“En la maleta mayor de sus archivos”, concluye, “encontramos un papel en el que figuraba el motivo por que la quema debía realizarse”. Y me copia en texto en negritas: "Para que las alimañas carroñeras que me acosaron en vida no se aprovechen de mis despojos".

Confieso que pocas veces en la vida me he visto tan conmovido como me encuentro ante el mensaje de Eloy. Le contesté dándome por enterado, al tiempo que le pregunté si quería que añadiéramos su mensaje a la noticia que en su día publicamos. “Como quieras, no tengo ningún inconveniente”, me contestó al punto.

Ni el acoso a que se exponen los creadores que se sitúan al margen de “la recta moral”, etcétera, como tampoco el “deporte” de piratear imágenes me son ajenos. Pertenezco a una generación de periodistas todo terreno que desde el fotoperiodismo asumimos la responsabilidad añadida de la edición gráfica, lo cual nos permitió pilotar un desafío profesional apasionante en los años setenta: la transición de una fotografía de prensa “autorizada”, sumisa a las órdenes de los poderes fácticos al fotoperiodismo en libertad.

En el camino nos hemos dejado la piel por que la imagen fotográfica sea más que la mera foto de la orden de encargo, una estampa recurrente o un cromo bonito. El fotero de antaño es hoy un artista profesional valorado y respetado.

¿Encantados de conocernos? En modo alguno. La valoración de la imagen fotográfica tiene todavía todo un mundo por delante hasta que, de entrada, cada ciudad cuente con una Fototeca púbica que acoja en primer lugar el legado de los autores históricos locales. El respeto a los fotógrafos no será pleno en tanto se sigan pirateando fotografías, manipulándolas o instrumentalizándolas para fines distintos de aquellos para los que fueron cedidas para su publicación en el contexto pactado en cada caso.

Conmueve la noticia de la ejecución por Eloy Rueda de la última voluntad expresa de su difunto hermano. El trasfondo no puede ser más triste. ¿Qué sería del arte si en medio de su desesperación creadores como Velázquez, Mozart, Van Gogh, Larra o W. Eugene Smith hubieran destruido sus creaciones? Pero por encima de la vigencia de la obra está la voluntad de su autor. Haber sido ser fiel al encargo del testador, aun con lo dolorosa que resulta su decisión irreparable, no merece sino una rotunda alabanza.

Ojalá ningún artista se vuelva nunca jamás a ver tan desesperado como para ordenar la destrucción de todo su trabajo. La ejecución por Eloy de la decisión de Jorge es un aldabonazo a la conciencia, pero no debería ser un punto final, sino un punto y aparte desde el cual redoblar la lucha por los derechos de los creadores de imágenes.

Destruidas sus obras, nos queda la memoria de un autor tan irremisiblemente maldito como trágicamente coherente. Descanse él en paz, la que les falte a los saqueadores del talento ajeno.

Muere Jorge Rueda.

Jorge Rueda, un autor irrepetible.

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Genio y Figura .
escrito por Teresa Taxes , febrero 02, 2012
Coherente y honesto hasta el final . ¡Bravo Jorge !

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