Ileana Alamilla
Hace pocos días los obispos católicos hablaron de nuevo, a través de un mensaje de la Conferencia Episcopal denominado Bienaventurados los que trabajan por la paz (Mt 5,9). Son tres los grandes rubros en que estructuran su mensaje, siendo uno de ellos el relacionado con un modelo económico diferente para Guatemala.
Su palabra es oportuna y valiente, y toca temas esenciales para Guatemala. Se atreven a plantear la necesidad de “… un nuevo modelo de desarrollo y una nueva visión de la economía… para poder alcanzar un desarrollo integral, solidario y sostenible”, citando para el efecto las palabras del papa Benedicto XVI, cuando pidió “… un nuevo modelo económico diferente al que ha prevalecido en los últimos decenios, que postulaba la maximización del provecho y del consumo, en una óptica individualista y egoísta, dirigida a valorar a las personas solo por su capacidad de responder a las exigencias de la competitividad”. También recuerdan las palabras del jerarca católico en referencia a la crisis alimentaria, ocasión en la que reclamó que esta “es más grave que la crisis financiera”. Argumentan los obispos que, en Guatemala, “… la solución de la gravísima situación de miles de campesinos que sufren en el área rural hambre, explotaciones laborales y flagrantes injusticias”, señalando que “sin desarrollo rural no hay desarrollo posible en el país”.
Mencionan algunos temas concretos en relación al modelo de desarrollo que son controversiales en el país. Uno es el reclamo al Congreso de la República por no aprobar la Ley de Desarrollo Rural, exhortándolo a que tomen “… con seriedad y responsabilidad su auténtica misión de ser representantes del pueblo”. Y otro es el llamado a que reformen las leyes que regulan la inversión para la explotación de los bienes naturales no renovables del país, para que “…dichas actividades económicas mejoren realmente la calidad de vida de los guatemaltecos y promuevan la participación del país en los beneficios con el menor impacto ambiental posible”.
El mensaje de la Conferencia Episcopal no ha sido del agrado de quienes, a pesar de las amargas evidencias, insisten en impulsar una economía que sigue absolutizando el crecimiento económico y deja al mercado, vía el mentado “derrame”, la distribución de dicho incremento.
También incomoda a quienes esperan una Iglesia que se despreocupe de lo terrenal y se concentre en una evangelización que solo haga referencia a la relación entre el individuo y Dios, dejando tranquilos a quienes ancestralmente concentran la riqueza en esta desigual sociedad.
Sin duda que algunos defensores del injusto statu quo prevaleciente se sienten encolerizados cuando los obispos afirman que “en Guatemala el progreso social debiera reflejarse en mejoras de vida de toda la población y no solo beneficiando a pequeñas minorías”.
Una interpretación limitada y sesgada de este mensaje podría argumentar que estimula la confrontación y la polarización, pero en mi criterio es absolutamente al revés. Superar la polarización es una necesidad para el país, pero esto solo es posible si se atienden llamados como el que ahora han hecho los obispos guatemaltecos. La Iglesia convive diariamente con esa lacerante realidad a la que ahora reaccionan con este llamado a que “la fe se exprese en obras”. Ojalá logre el propósito que manifiestan los obispos al decir “…queremos contagiarlos con la esperanza que nace de la fe en la presencia de Dios en nuestras vidas y en las circunstancias históricas que nos toca vivir”.
Enlace:
- Conferencia Episcopal: Bienaventurados los que trabajan por la paz (Mt 5,9)
Sigue la actualidad de Periodistas en Español en nuestro
boletín de titulares.
Indica nombre, apellidos, profesión y país.