Ileana Alamilla

Los hechos trágicos no nos dejan vivir, nos persiguen, nos acosan, nos recuerdan que mientras como sociedad no asumamos que tenemos gravísimos problemas, no vamos a existir en paz. ¿Quién puede irse a dormir tranquilo sabiendo lo que pasa a nuestro alrededor? No es posible que asumamos como natural que la gente se muere de desnutrición, que la pobreza es consustancial a todos los sistemas, que la desigualdad se debe a que las personas no se esfuerzan y, encima, que esta violencia desenfrenada ocurre en todas partes.

En las últimas semanas se han tenido noticias alarmantes sobre la situación de la niñez. En diciembre del año anterior, el Ministerio de Salud reportó 1795 partos de menores de edad que oscilan entre los 10 y los 14 años. Esto es el resultado de violaciones; esas niñas no pueden consentir una relación sexual, los agresores son delincuentes y estos son delitos muy graves. Esas son cifras oficiales: los partos atendidos en el sistema. El Observatorio de Salud Sexual y Reproductiva registró en ese período 2877 partos en menores de esa misma edad, que incluyen también los que atienden comadronas.

Han causado también alarma los 62 bebés que se han encontrado vivos, según la PGN. Un bebé por semana aparece abandonado. Hay muchas teorías sobre las supuestas madres, probablemente muchas son adolescentes que fueron ultrajadas, que tienen miedo, tal vez mayores de edad víctimas de embarazos no deseados, mujeres que no tienen posibilidades de mantener y cuidar a sus pequeños, que carecen de educación o de acceso a métodos anticonceptivos.

Se supone que hay casos de abandono debido a violencia intrafamiliar o infidelidad, pero el resultado es el mismo: un pequeñito o niñita que queda en poder de instituciones del Estado, privado de lo más importante para un ser humano: el amor de sus padres o parientes.

Pero el drama de la niñez no es solo ese. El titular de la PGN reconoció que cada hora un niño o niña es mancillado, sus derechos humanos son violados de distinta forma, son golpeados, humillados, heridos, castigados inhumanamente. Y también hay pequeños que participan en hechos de violencia, que saben usar Mini Uzi. Hemos tenido noticias de casos horribles de menores que son inducidos al sicariato, o que han asesinado a otra menor. Jóvenes en situación de la calle, porque obviamente el Estado no responde y la sociedad lo tolera, que son despreciados por la gente y agredidos por autoridades.

Las y los niños en nuestro país viven en escenarios permanentes de violencia. Muchos de ellos son los primeros en acudir cuando ocurre una muerte, ya no les asusta la sangre, quieren ver. Las mentes de otros están conmocionadas con el terrible sufrimiento de los asesinatos de sus progenitores o familiares. Las noticias diarias escritas y sobre todo televisadas han sustituido a las caricaturas. Eso no es normal.

La muerte de menores por desnutrición, los adolescentes que están en conflicto con la ley, los que no tienen acceso a la salud integral, a la educación con calidad, a practicar deportes o simplemente a jugar con libertad en parques o lugares idóneos, es responsabilidad del Estado, ese que se está haciendo el sordo y ciego diariamente y que no nos garantiza justicia ni seguridad. Pero hay otros responsables, aquellos que teniendo tanto están regateando el pago de impuestos.

Y el caso de Jennifer, la niñita asesinada de una manera brutal e increíble por su madre, exige que el Estado, el sistema, la sociedad y cada una(o) de nosotros(as) hagamos lo que nos corresponde.

 


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