Conrado Granado
Vaya por delante mi respeto a la clase política en general, mientras me tapo la nariz cada vez que oigo hablar de un político llamado Luis Bárcenas. Soy de los que creen en el sistema democrático, y por lo tanto creo que los partidos políticos son necesarios, al tiempo que pienso también que una inmensa mayoría de cargos públicos, ya sean concejales, alcaldes, diputados o cualesquiera otros, es gente normal; es decir, personas como el resto de los mortales. Sé que nadar contracorriente resulta difícil, sobre todo en un momento en que la clase política española está desacreditada, hundida en la miseria, menospreciada, y que estas palabras pueden acarrearme algún que otro disgusto. Sobre todo, cuando entre mis contertulios los hay que piensan que el 95% de los políticos son corruptos, mientras otros se inclinan a que esa cifra se acerca al 99%. Pero los amigos vienen y van, mientras que la profesión queda, y uno debe ser honesto consigo mismo y con los lectores.
Dicho lo anterior, creo sinceramente que un hedor llamado Bárcenas está inundando a la clase política, impregnándola de una fetidez que va extendiéndose como un reguero de pólvora. A estas alturas de la historia cualquier español medianamente enterado sabe quién es este sujeto cuya imagen llena telediarios, primeras páginas de los periódicos e informativos radiofónicos un día sí y otro también desde hace un par de meses. Pero como la Web Periodistas en Español, donde se publican estas líneas, entre otros medios, tiene el 50% de sus lectores en América y otros lugares del mundo, no está demás decirles que el tal Luis Bárcenas ha sido gerente y tesorero del Partido Popular (que gobierna actualmente en España), entre los años 1990 y 2009. Está imputado en la trama Gürtel, vinculada al PP, que ha logrado millones de euros durante años gracias a contratos amañados o negocios inmobiliarios favorecidos por administraciones públicas gobernadas por este partido.
Escribo estas líneas en la mañana en que Luis Bárcenas va a declarar ante el juez para que explique, entre otras cosas, y si es capaz de hacerlo, de dónde procede la fortuna que guardaba a buen recaudo en Suiza, y que nunca declaró al fisco, hasta que fuera descubierta, y mediante una amnistía fiscal que pareciera hecha a su medida lograra regularizar su situación. Todo ello, cuando conocimos que el ex tesorero del PP escondía en tierras helvéticas la nadería de 22 millones de euros, cifra que sepamos de momento. No sé por lo tanto lo que dirá ante el juez un Bárcenas sobre el que recaen sospechas acerca de temas como cohecho, negocio de medio millón de euros, delito fiscal, préstamos para comprar cuadros o financiación ilegal del Partido Popular, al que pertenecía, y que le estuvo pagando hasta finales de enero pasado.
Ignoro qué va a pasar después de las declaraciones de hoy, pero con lo que sabemos de Bárcenas y en torno a este personaje habría para escribir mil páginas de seguido. Lo triste de todo es que su nauseabunda fetidez está salpicando al resto de la clase política, y sólo hay que echar un vistazo a las encuestas para comprobar qué opinión tienen los ciudadanos en estos momentos de los políticos en general. Claro que este sujeto se ha movido como pez en el agua durante años en un país en el que ciertos políticos que respondían a alias tan curiosos como El Albondiguilla, El Curita, El del Jaguar y otros, hacían sus componendas con unos personajes que parecieran haber salido de la baja Sicilia, como Francisco Correa, “Don Vito”, o su lugarteniente, El Bigotes. Personajes que en un argot tabernario denominaban al poderoso Bárcenas como Luis, “El Cabrón”. Sin comentarios.
Con la que está cayendo, con la clase política hecha unos zorros, resulta que tanto el Partido Popular como el Presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, han estado durante meses mirando para otro lado, echando balones fuera, como si aquí no pasara nada. Procuró el Presidente escamotear el tema en el debate sobre el estado de la nación, y la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, tampoco dice palabra al respecto, refugiándose en que es un tema de partido. Craso error el de ambos, y de paso del Partido Popular. El daño está hecho, y la repercusión se está dejando sentir tanto en este partido como en el resto de políticos, que siendo gente normal, respetable, se les está señalando con la lacra de “todos los políticos son iguales”. Algo que creo no se corresponde con la realidad.
Y mientras tanto, el ínclito Luis Bárcenas se permite la desfachatez de hacer a los periodistas una “peineta” en el aeropuerto de Barajas, como mejor forma de tratar a unos profesionales cuyo deber es informar, aunque sea, como en este caso, acerca de esa pestilencia política.
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