Angela-MerkelConrado Granado
CRÓNICAS ALEMANAS

El catedrático de Sociología y profesor de Ciencias Política de la Universidad Libre de Berlín Ignacio Sotelo manifestaba en su artículo “La segunda fractura”, publicado el día 15 del presente mes de agosto en el diario El País, que la brecha que se está abriendo en España está avanzando al aumentar la crisis las diferencias sociales en un momento en que la derecha española ha recuperado definitivamente el poder que cree que le corresponde, esa “mayoría natural” de la que hablaba en su tiempo Fraga, poder que perdió por dos circunstancias anómalas, como fueron el golpe de Estado de Tejero, por una parte, y los atentados de los trenes de Atocha, en los que el Gobierno de Aznar mintió de forma descarada.

En un momento en que las cuadernas de este país han reventado por los cuatro costados, debido principalmente a una crisis inmobiliaria que durante años no quisimos ver, al tiempo que negar, sostiene Bustelo que todo lo que se nos ocurre es pensar que “todo se debería al egoísmo insolidario de los alemanes”. “Hace poco más de dos meses –manifiesta Sotelo en su escrito- que la persona con la que hablase en Madrid descargaba una batería de recriminaciones contra la Canciller Merkel”. Algo que, en su opinión, es decir, eso de echarle la culpa de nuestros males “a los enemigos de España” no solamente nos retrotrae al franquismo, sino que ya lo heredamos del Siglo de Oro, una especie de chupa que llevamos puesta.

Viene la cosa a cuento porque de un tiempo a esta parte me está sucediendo algo parecido a lo que le ocurre al insigne catedrático de Sociología de la ciudad berlinesa, conocedor de la realidad alemana tanto como de la española. Concretamente, desde que creé la sección Crónicas alemanas en PERIODISTAS EN ESPAÑOL, a través de la que intento tender puentes entre dos países de la Unión Europea tan distantes y distintos en tantas cosas, como son España y Alemania, a los que también creo conocer un poco. Dos países, uno hoy por hoy motor de la Unión Europea y otro a punto de pedir el rescate, esperando el maná de esos 100.000 millones de euros con los que salvar, dicen, una banca hecha trizas, entre otras cosas por la ineptitud de sus gobernantes. Pero dos países condenados a entenderse, si se tiene, como es el caso, un concepto internacionalista de la ciudadanía.

Tanto algunos lectores a través de sus comentarios, como buenos amigos con los que comparto existencia me comentan respecto a nuestra situación, al igual que a Sotelo, que la culpa de casi todo lo que nos pasa “la tienen los alemanes, que son unos insolidarios, sus banqueros y, sobre todo la Canciller Ángela Merkel”. Los hay que ven mis artículos demasiado benevolentes hacia aquel país en el que un día viví y aprendí de su seriedad que he procurado aplicar a lo largo de mi vida como código de comportamiento.

Creo por mi parte que lo que tenemos que hacer es poner cada cosa en su sitio. En primer lugar, no confundir ciudadanos alemanes con banqueros alemanes, ni políticos alemanes. Los ciudadanos alemanes trabajan mucho, pagan muchos impuestos y defraudan muy poco, al tiempo que son austeros. Ahorran, y lógicamente quieren tener asegurados sus ahorros. Los banqueros alemanes, por su parte, son como los banqueros españoles, franceses, ingleses, belgas: son banqueros, y van a ganar dinero todos, del primero al último. En mi última visita a la ciudad alemana de Remscheid, en la que viví varios años, me sorprendió ver una oficina del Banco de Santander. Pero eso hoy es algo tan normal como las oficinas del Deutsche Bank que vemos en nuestras ciudades. Y los políticos germanos son los herederos de un país que ha sabido levantarse de sus cenizas, con dos grandes partidos que se alternan en el poder, pero que saben dialogar a la hora de la verdad, porque en política nada es una verdad absoluta: socialdemócratas y cristianodemócratas. Tal vez tenga algo que ver en el asunto de los genes de unos y de otros el hecho de que mientras el viejo Canciller Konrad Adenauer moría trabajando en Bad Godesberg a los 91 años, aquí un dictador lo hacía a los 75 firmando penas de muerte. Tal vez.

Nuestro talón de Aquiles con respecto a Alemania es la famosa prima de riesgo, que tiene como modelo patrón la alemana con respecto al resto de países de la Unión Europea. Pero si la suya es la que es, ello es debido a que los inversores tienen más confianza en aquel país que en el nuestro, y no conviene olvidar que en España, crisis aparte, también existen cientos de miles de pequeños inversores que en buena lógica desean tener su dinero a buen recaudo. Lo contrario sería de imbéciles, y sabido es que España no es un país de imbéciles, sino de listos.

Tan listos algunos, que a lo largo de los años han hecho excelentes negocios, consiguiendo pingües beneficios. Porque durante años se construían en España un millón de pisos, más pisos que en Alemania, Francia e Inglaterra juntas. España era una fiesta, y todo el mundo mojaba en la salsa del ladrillo: constructores, banqueros, inmobiliarias, fábricas de materiales, registradores, etcétera. A todo ello se unía el hecho de que nuestras distintas administraciones, ya fueran central, autonómica o municipal, hacían unas barbaridades a cuál más gorda, con el dinero de todos: un polideportivo tasado en 40 millones que al final cuesta más de 100, aeropuertos que sirven para pasear, mientras erigen una estatura al preboste político para que su imagen pase a la historia, otro aeropuerto listo para que los conejos se zampen la hierba, bibliotecas con cabida para un millón de libros a la que no va nadie, mientras desatienden la municipal de toda la vida, trenes velocísimos con paradas donde no los coge nadie, parques temáticos que da pena nombrarlos por la ruina que suponen, etcétera, etcétera. Y claro, esto tenía que estallar por alguna parte.

Pero todas estas cosas las hemos hecho nosotros solitos, sobre todo nuestras Administraciones, sin ayuda de los alemanes, “esos enemigos de España”, insolidarios ellos, que sostiene Sotelo. Convendría no olvidarlo, porque no hay mayor ciego que el que no quiere ver. La Unión Europea no es un país de Estados Federados. Es una unión, entre otras económica, en la que aparte de las cosas en común, cada vez mayores, afortunadamente, cada uno de los países que la componen tiene sus responsabilidades.

Sigue la actualidad de Periodistas en Español en nuestro
Esta dirección electrónica esta protegida contra spambots. Es necesario activar Javascript para visualizarla .
Indica nombre, apellidos, profesión y país.
Comentarios (0)Add Comment

Escribir comentario

busy