Conrado Granado
“Si hay algo que no tocaré serán las pensiones”, ha repetido en varias ocasiones el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy. Pero una vez más, y ya van muchas, el Gobierno ha mentido, algo que comienza a ser habitual en un Ejecutivo que lo hace con tanta normalidad, rayana a veces en la desfachatez, que se ha convertido en el pan nuestro de cada día, aunque para algunos comience a ser difícil conseguir ese pan nuestro de cada día.
Porque lo cierto es que el Gobierno de Mariano Rajoy ha tocado las pensiones, y de qué manera. Y lo ha hecho con premeditación y alevosía, estudiando el momento minuciosamente, esperando que pasaran las elecciones vascas, gallegas y catalanas para dar un golpe bajo, uno más, a más de ocho millones de pensionistas, la parte más débil de la sociedad, al tiempo que ya que son muchos los pensionistas que con su pecunio sostienen a las familias.
Podrán argüir que han subido un 2% a las pensiones inferiores a los 1.000 euros mensuales, y un 1% a las superiores. Pero junto a ello, y parecen o pretenden obviarlo, amputan una desviación del IPC anual correspondiente al presente 2012 equivalente al 1,9%, por lo que los pensionistas no recibirán una paga en el próximo enero correspondiente a esa desviación, como venía siendo habitual para recuperar el poder adquisitivo. Y no revalorizarán dichas pensiones como debieran, sino en función de la cantidad anterior; es decir, la no ampliada. De esta manera, y son habas contadas, un pensión media va a sufrir en su haber una pérdida que estará en torno a los 436 euros, aproximadamente, si bien para otros la cantidad será muy superior.
Mientras tanto, a estas alturas de la historia los más de ocho millones de pensionistas no saben si esa pérdida se va a seguir arrastrando en los años posteriores, ya que eso depende de la decisión que tome el Gobierno. Pero diga lo que diga, y en base a los embustes a que nos tiene acostumbrados, resulta difícil dar credibilidad a cualquier buena intención, por mucho énfasis que pongan en ello. Lo triste de todo, es que las mentiras del Ejecutivo recaen, una vez, más sobre la parte más vulnerable de la sociedad: los pensionistas.
Dicen muchas cosas respecto a las pensiones, pero sus palabras suenan a hueco, habida cuenta de a lo que nos tienen acostumbrados. Para la ministra de Empleo, Fátima Báñez, se trata de un “ejercicio de responsabilidad”, mientras que la vicepresidenta reclamaba “colaboración para salir de la crisis”. Por su parte, el secretario de estado de la Seguridad Social, Tomás Brugos, ha afirmado que “la compensación por la desviación del IPC hubiera supuesto unos 4.000 millones, que no tenemos”.
Ante esta situación, resulta posible que hasta se llegara a comprender que hay que hacer algún sacrificio para afrontar la crisis galopante que con el Partido Popular gobernando se desboca a marchas forzadas, en contra de lo prometido una y otra vez por estos augures de Génova. Pero lo que resulta inadmisible de todo punto es que a los pensionistas, como al resto de los ciudadanos, se les trate como a idiotas, como a eunucos mentales, se les mienta una y otra vez, mientras se tiene preparada la jugada para cuando han pasado las elecciones vascas, gallegas y catalanas. Esa mentira, premedita por supuesto, raya en la desfachatez, es un insulto a la dignidad de las personas, algo que resulta superior a lo soportable. Porque la dignidad es patrimonio de cada cual, independientemente del gobernante de turno.
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