Así he visto yo Holmes & Watson.
Conozco casi toda la filmografía de Garci por lo que me resulta fácil meterme en su piel cuando veo una película suya. Él y el otro autor de la idea, su amigo Torres Dulce son conocedores profundos de la vida y milagros del doctor y escritor Arthur Conan Doyle, aficionado a resolver misterios policíacos desde antes de crear al detective Holmes, el primero en emplear la observación y el razonamiento deductivo para descubrir conductas criminales, que tanto ha influenciado a varios autores del siglo XX, como Poe, etc., y su inseparable alter ego el Dr. Watson. Para ambos, hacer esta película ha sido como trasladar a la realidad un sueño, con un muy bien documentado conocimiento de causa. Por otra parte, Garci hace cine para su propio placer desde hace mucho tiempo y ciertamente se deleita en la recreación de los más mínimos detalles. También sabe transmitir el placer que él siente.
¿Qué decir de Holmes y Watson? El guión me parece extraordinario, la dirección de actores de chapeau, el movimiento de cámaras de auténtica artesanía, la ambientación del Madrid de finales del XIX magistral, y el tratamiento de la luz –como siempre en Garci-es el alma de la película, mantiene la atención en lo que sucede en cada momento sin proponérselo. En resumen, reune todos los requisitos que contribuyen a que una película sea excelente.
Estoy convencida de que “Holmes y Watson”, tendrá reconocimientos si no aquí –que puede que también- fuera de aquí y creo que particularmente en el mundo anglosajón. Me han parecido un gran acierto las diferencias de vestuario de este Holmes maduro, quien además como buen inglés de clase alta, que cuando viaja al extranjero prescinda de atavíos más bien deportivos es axiomático. Hubiera sido impensable vestir a este Holmes al estilo de Basil Rathbone. El Holmes en España de Garci se muestra en todo momento discretamente elegante, sobre todo teniendo en cuenta los círculos sociales en los que se mueve. Que no emplee la famosa y recurrente frase “elemental querido Watson” opino que es bastante lógico, pues durante las investigaciones en España, el papel de Watson es muy distinto al de los casos ingleses y hasta creo recordar que en la película inglesa en la que Holmes –Michael Caine- investiga los crímenes de “Jack the Ripper” no emplea el habitual ‘elemental.’ El resultado de esa investigación inglesa es aparentemente aún más frustrante que el de Madrid, claro que no es así en ninguno de los dos casos. Simplemente no se puede investigar más allá de un cierto punto sin ponerse en peligro como la pobre Jerezana o la novia del periodista Alcántara. La razón por la que se van de España y la posterior entrevista en Londres con el director de Scotland Yard dejan meridianamente claro que no se puede llegar a conocer la identidad o identidades de Jack, aquí ni allí. Por razones de alta política, o más bien de crimen en muy altas esferas.
La delimitación de la fecha aproximada del viaje a España del detective y el médico, está basada en algunos datos rigurosamente históricos. Conan Doyle crea al personaje en 1887, el Palacio de Cristal del Retiro se inaugura en ese mismo año, la Torre Eiffel en 1889, Sigmund Freud comienza a aplicar la hipnosis como tratamiento para hacer aflorar los traumas relegados al inconsciente en 1886 y el psicoanálisis mediante la libre asociación de ideas en 1895. Galdós publica Fortunata y Jacinta en 1886, el Ministro de Fomento a quien el oscuro Marqués de Simancas llama Paco en la película, no puede ser otro que Francisco de Borja Queipo de Llano, octavo Conde de Toreno, Ministro desde el 5 de abril de 1896 al 27 de marzo de 1898. Evidentemente los hechos que se narran en la película se desarrollan entre estas dos fechas. También se menciona a la reina Victoria que fallece en 1901.
Creo que esta aportación de datos históricos pone de relieve algunas inexactitudes que he tenido ocasión de detectar en algunos medios, como por ejemplo que “Garci se anticipa a Freud”. No es tan complicado documentarse en estos tiempos, creo que antes de escribir hay que pensar que hay mucha gente que sabe.
Detalles aparentemente nimios como la cena en casa de los Watson al principio de la acción sirve para marcar territorios. La inteligencia de la mujer, la cómoda felicidad conyugal de Watson, la conciencia de soledad por parte de Holmes. El detalle del revisor de tren cantarín bordado por Carlos Iglesias es todo un plus. El discurso de Pérez Galdós en su cena homenaje sigue totalmente vigente hoy en día. “¿Porqué no hemos sido como Francia, Inglaterra o los Estados Unidos?” –se pregunta Galdós. El regalo del mantón de Manila del detective a Irene Adler, todo un símbolo de cambio en su actitud misógina. El reloj de arena sobre la chimenea, al que Holmes da la vuelta a su regreso al hogar, un testimonio del tiempo que se va y no vuelve, el traje blanco y negro que la doncella de Irene adivina que quiere ponerse la cantante para su visita sorpresa a Holmes, el triunfo del amor sobre el solterón recalcitrante y el broche de oro con música de Albéniz que Holmes interpreta al violín Stradivarius toda una rendición sin condiciones.
Podría señalar más detalles significativos. Pero este escrito está construido a modo de reseña, no de contar la película. Ya los irán descubriendo los que la disfruten. Aunque confieso que sí pretendo poner los dientes largos a quienes no la hayan visto todavía, algunos quizá desanimados por las malas críticas, más bien a la persona de Garci que a su obra. El arte nunca debería estar mediatizado por ideologías.
Mi consejo: Vayan a verla. Yo creo que la veré de nuevo muy pronto para degustar más intensamente el placer de haberla visto. Claro que reconozco que soy una gran fan del hombre de Baker Street, ese gran icono incombustible al paso del tiempo.
Creo que a Sir Arthur Conan Doyle le hubieran gustado los días en Madrid de Holmes y Watson.