José Rodríguez de la Borbolla, ex presidente de la Junta de Andalucía y una de las personas con mayor peso moral en el socialismo andaluz , ha afirmado que la consejera de Presidencia e Igualdad y aspirante a secretaria general del PSOE de Sevilla, Susana Díaz, es “empleadora directa de muchos de los delegados” al congreso provincial que debe elegirla, por lo que debe dimitir para no condicionar la libertad de elección.
La verdad es que Borbolla ha pluralizado la acusación a Díaz con el presidente de la Diputación sevillana, Fernando Rodríguez Villalobos, aunque éste es una pieza menor en el engranaje que denuncia el ex presidente andaluz.
Pocas veces se habla en política con tanta claridad y menos aún la llaga donde se mete el dedo para contar la verdad coincide con el ojo donde se introduce con el ánimo de hacer pupa.
El ex presidente andaluz, que es delegado al congreso sevillano del PSOE donde Susana Díaz se juega conservar el poder orgánico que va a perder al abandonar la dirección del PSOE de Andalucía, no sólo ha dirigido su índice a ésta y a su colaborador operativo, Rodríguez Villalobos, sino que ha buscado el ojo, a través de la llaga de la verdad, de quien hoy ocupa los dos puestos más importantes del socialismo en Andalucía, igual que él ostentó, la secretaría general del partido a nivel regional y la Presidencia de la Junta de Andalucía, hoy en manos de José Antonio Griñán.
Las arremetidas de Griñán contra el prácticamente recién elegido secretario general del PSOE, Alfredo Pérez Rubalcaba, aunque no con su voto pero en cuya Ejecutiva le acompaña, en las que ha cuestionado con desparpajado su liderazgo actual y su posible aspiración a ser candidato a la Presidencia del Gobierno en las próximas elecciones generales, primero en Televisión Española y recientemente en El País, han servido a Rodríguez de la Borbolla para proyectar que quienes están hoy al frente del PSOE andaluz y aspiran a continuar con el mismo timón, utilizan las malas artes que critican.
Ni Susana Díaz ni Fernando Rodríguez Villalobos van a dimitir, como reclama Borbolla, para disputar desde la “doctrina Griñán”, como jocosamente le llama el ex presidente, la dirección del PSOE sevillano. Esa pureza es tan rara de encontrar en esos lares como un diccionario que recoja el verbo dimitir,ni mucho menos en el que se ponga la conjugación de la primera persona del presente de indicativo.
José Rodríguez de la Borbolla lo sabe y por eso precisamente dirigió el dedo a una llaga (la reclamación de limpieza en un proceso electivo) que sabía que también era el ojo (poner de manifiesto la incoherencia cuando se trata de cumplir en sus propias carnes las reglas del juego que se piden para los demás).