Hace 200 años, en Cádiz, se promulgó la primera Constitución española conocida popularmente como ‘la Pepa’ por haber sido sancionada el 19 de marzo, Día de San José.
Fue una de las más liberales de su tiempo: establecía la soberanía en la Nación (y no ya en el rey), la separación de poderes, el sufragio universal, la libertad de imprenta y la abolición de los señoríos, entre otros avances.
Pero duró poco, ya que fue abolida en 1823 por Fernando VII, quien restauró el régimen señorial y represivo de la monarquía absolutista de los borbones.A partir de entonces, muchas fueron las tertulias donde los liberales de toda España conspiraron para defender el derecho a la libertad que había garantizado la Constitución derogada.
Entre ellos destacaba una joven granadina de origen noble, Mariana Pineda, que había quedado viuda a los 18 años con dos hijos pequeños.
Rubia, de ojos azules y tez muy blanca, Mariana era, a sus 26 años, la viuda más bella de Granada. Y la más escandalosa: no sólo se había casado embarazada a los 14 años sino que, cuando perdió a su marido, había vivido con toda naturalidad su libertad sentimental con otros hombres, algo poco frecuente en la época. Con el último de sus amantes, José de la Peña y Aguayo, había tenido otra hija.
Su primo y correligionario, Fernando Álvarez de Sotomayor, cayó preso y Mariana lo ayudó a fugarse, escondiendo algunos documentos comprometedores en su casa de la calle Águila.
Sus compañeros de lucha también le pidieron que confeccionara una bandera para un alzamiento que se proyectaba y Mariana la encargó a unas bordadoras del Albaicín.
La enseña tenía dos metros de largo, era de tafetán morado y llevaba bordado en hilo rojo el lema liberal: ‘Igualdad, Libertad y Ley’.
Cuando Ramón Pedrosa, subdelegado principal de la policía, se enteró de la existencia de la bandera a través de una denuncia ordenó allanar la casa de Mariana, encontrando también los documentos ocultos.
Pedrosa era un pretendiente despechado. Confundiendo la libertad sexual de Mariana con libertinaje, había pretendido conquistarla en numerosas ocasiones, pero ella siempre lo había rechazado.
Descubierta, Mariana fue detenida. Primero bajo arresto domiciliario y, después de intentar escapar de su casa disfrazada de anciana, recluída en el convento de Santa María Egipcíaca, que había sido utilizado para rehabilitar prostitutas.
La interrogaron una y otra vez.
Pedrosa intentó convencerla de que delatara a sus cómplices (entre los que se encontraba su amante, José de la Peña) a cambio de perdonarla, pero ella se negó, contestando rotundamente: “Nunca una palabra indiscreta escapará de mis labios para comprometer a nadie. Me sobra firmeza de ánimo para arrostrar el trance final. Prefiero sin vacilar una muerte gloriosa a cubrirme de oprobio delatando a persona viviente …”
Fue sentenciada a muerte. Sería ejecutada por garrote vil, una muerte lenta y terrible en la que se ata a la garganta del condenado una soga que luego se retuerce por detrás con un palo hasta el estrangulamiento.
Al hacerse pública la sentencia, Mariana solamente dijo: “El recuerdo de mi suplicio hará más por nuestra causa que todas las banderas del mundo”.
La noche anterior a su muerte, Mariana escribió su testamento y también una carta para despedirse de sus tres hijos pequeños. En ella les decía que moría dignamente por la libertad y la patria.
Antes de acostarse, aceptó cambiarse de vestido pero rechazó que le quitaran las ligas afirmando: “Jamás consentiré ir al patíbulo con las medias caídas”.
La mañana del 26 de mayo de 1831, en un hermoso día de primavera, fue trasladada al cadalso a lomos de mula. Junto a ella caminaban funcionarios de justicia, sacerdotes y militares. Todas las desembocaduras del Albaicín estaban repletas de mujeres que lloraban ante su serenidad y entereza.
Mariana llevaba un vestido de percal azul con flores de azucena de color caña, medias grises y zapatos de talifete negros. Su pelo rubio, generalmente recogido con una peineta, caía suelto sobre los hombros y el pecho.
Tenía sólo 26 años y dicen que nunca se la había visto tan bella como ese día…
Fue enterrada al atardecer en el cementerio de Almengor, sin lápida ni cruz, aunque dos misteriosas figuras de negro clavaron una cruz esa misma noche sobre su tumba.
Con su ejecución se quiso castigar, no sólo a los liberales y a su Constitución, sino también a las mujeres que pretendían participar en la vida política.
Quisieron borrarla de la faz de la tierra, pero no lo lograron. Mariana permaneció en la memoria y el corazón de su pueblo como emblema de libertad y de coraje.
Desde entonces se han cantado numerosos romances con su nombre en todo el mundo. Federico García Lorca (otro mártir granadino de la libertad) escribió una obra basada en su historia. También en los años 80 su sacrificio inspiró una miniserie televisiva protagonizada por Pepa Flores.
Granada, su ciudad natal, la honró convirtiendo su casa de la calle Águila en un museo, bautizando una plaza con su nombre y erigiéndole en ella una estatua a cuyo pie reza: “Heroína de la libertad”.
En 2006 el Gobierno de la Unión Europea le rindió homenaje otorgando su nombre a la entrada principal del Parlamento Europeo, como símbolo de la aportación española a la lucha por los derechos y libertades en Europa.
En este 2012 en que se conmemora la primera Constitución española, que tanta sangre costó, envuelta en su bandera regresa la inmortal Mariana y su extraordinario ejemplo de valor y dignidad.
