Mercedes Arancibia.- Hace 36 años, el 18 de septiembre de 1973, en secreto, en silencio y sin flores, un funcionario y un amigo del cantautor enterraron a Víctor Jara ante la presencia de su viuda. 36 años después, la próxima semana, el artista tendrá por fin un homenaje masivo de tres días de duración, en una ceremonia popular con música y cantos que presidirá el ataúd cubierto con una manta campesina roja con ribetes negros y en un lugar en el centro de Santiago, la Fundación que lleva su nombre, que mantendrá abiertas sus puertas día y noche para que puedan visitarlo todos los chilenos. Después, los restos de Víctor Jara, que fueron exhumados hace seis meses para una autopsia definitiva, recorrerán en romería las calles de la capital chilena para llegar, por fin, a descansar al cementerio General de Santiago.
Se supone que, entre aquella pandilla de funcionarios desalmados que acabaron con la vida de cientos de personas en el estadio, a Víctor Jara le tocó un tal José Paredes. Esta noche, 36 años después, su imagen en la pantalla de la televisión ponía los pelos de punta al decir: "Yo soy un mandao".
El caso de Víctor Jara es emblemático porque era una voz pública, un reconocido autor e intérprete de canciones que hacían diana en el mismo corazón de los totalitarismos: Te recuerdo Amanda, Aquí me quedo, El cigarro... Generacionalmente, Víctor Jara era el heredero directo de Violeta Parra.
Aquellos primeros setenta no fueron años buenos para la lírica, tampoco aquí. Franco estaba a punto de iniciar su interminable agonía (aunque todavía le quedarían arreos suficientes para firmar las últimas condenas a muerte de su trayectoria asesina). En lo político, se ultimaban confabulaciones y acuerdos "para después". Los partidos salían a trompicones de un largo letargo de cuatro décadas, los sindicatos afrontaban el "proceso 1001" con varios de sus dirigentes en la cárcel y los militantes de base repartíamos "propaganda ilegal" entre los amigos y celebrábamos reuniones clandestinas en parroquias y pisos francos. En las manifestaciones, siempre disueltas por una policía agresiva que a veces disparaba al aire -un aire en el que, por cierto, volaban los obreros- cantábamos La Internacional, A las barricadas, L'estaca, Al vent y Te recuerdo Amanda. Lo mismo que cantábamos en el patio de la cárcel de Carabanchel en la primavera de 1972. Más tarde, íbamos a incorporar al repertorio Yo pisaré las calles nuevamente... Entre los ausentes, llorábamos a Víctor Jara.


escrito por Miguel Veyrat, noviembre 29, 2009
