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Martes, 13 de Noviembre de 2012

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Florencio Mayie Elá Mangué, criminal de guerra

Tres de agosto 1979-2012: de la tristeza a la desesperación

El déspota Teodoro cumple treinta y tres  años en el poder

Treinta y tres años de tiranía, arbitrariedad, nepotismo y despotismo, clientelismo, violación sistemática de los derechos humanos, libertades públicas y fundamentales

Treinta y tres años de corrupción sistemática y generalizada

Treinta y tres años de abuso de poder y de impunidad

Treinta y tres años de terror, tortura, exacciones, ejecuciones sumarísimas, terrorismo de Estado

Treinta y tres años de persecución y eliminación física de la disidencia política

Treinta y tres años de cárcel o exilio de la disidencia y población descontenta

En fin, treinta y tres años de ausencia total de un Estado democrático y de Derecho. Obiang es el Estado y el Estado es Obiang

 

 

Florencio Mayie Elá Mangué, criminal de guerra

Si Florencio Mayie no hubiera nacido, Teodoro Obiang no sería presidente de Guinea Ecuatorial

 

 

PEDRO NOLASCO

El régimen tiránico y despótico impuesto en Guinea Ecuatorial desde el tres de agosto de 1979 festeja este viernes, en medio del triunfalismo que le caracteriza, su trigésimo tercer aniversario de la llegada al poder. Lo hace en medio de una sociedad ampliamente pervertida, corrompida y ensangrentada por tantísimas heridas abiertas en su corazón como consecuencia de la férrea represión y el estado policíaco impuesto por su tirano, Teodoro Obiang (Akoakam-Esangui, Oyem, Gabón, 1942).

Empero, Guinea Ecuatorial con una población que oscila a medio millón de habitantes y donde la esperanza de vida es relativamente corta, más de tres décadas de poder inquisitorial han dejado imborrables huellas en la mayoría de la población que no ha visto ni tiene referencia sólidas de otra forma de gobernar el país que la impuesta por el dirigente de turno.

El boom del petróleo, de cuyas migajas todos rivalizan en recoger a cualquier precio debajo de la mesa del anfitrión, dueño y señor de la población y de sus recursos naturales, ha creado un Estado vanidoso que ha abandonado y renunciado de forma consciente o inconsciente cualquier principio moral y cortado de raíz el contrato social.

En medio de tal abismo que nubla todas las dimensiones de coexistencia pacífica, ordenada y armoniosa de los guineoecuatorianos, secunda una fantasmagórica oposición a caso más difusa que la propia población.

La consecuencia más inmediata es que hoy por hoy los guineoecuatorianos se han rendido no sólo al infortunio y a la desesperación, sino han aceptado la barbarie política y moral impuesta por los dirigentes de turno como líneas maestras de concebir el Estado, la cosa pública y la convivencia de sus habitantes.

No es objeto de este artículo hacer un tratado sociopolítico de lo que hoy acontece en Guinea, larvado desde muy temprano por tío y sobrino que han mal dirigido el país en los últimos cuarenta y cuatro años, sino retomar la denuncia de hace año sobre Guinea Ecuatorial y sus presuntos criminales de guerra.

 

Más de tres décadas después

 ¿Cuántos militares y civiles murieron en Río Muni durante la revuelta palaciega? ¿De qué murieron y quién ordenó ejecutarlos? ¿Cuántas mujeres fueron abusadas y violadas? ¿Dónde están las fosas comunes escavadas en Bata para enterrar a las víctimas vilmente ejecutadas?

Éste periodista seguirá manteniendo que  no tenía que haberse registrado ningún disparo, ningún tiroteo ni menos ejecuciones sumarísimas y demás exacciones registradas al mando del Comandante Florencio Mayie Elá Mangué durante el motín del tres de agosto de 1979.

La primera víctima conocida del tres de agosto fue Nguema Bituga, primo hermano carnal de Macías Nguema, el presidente depuesto. Bituga fue ejecutado vilmente cuando, junto a un escolta y su conductor intentó ir Bata para interesarse de los rumores de un golpe de Estado contra su hermano. Retenidos en una barrera cerca del poblado de Bindung y sin mediar palabra fue tiroteado a quemarropa por los militares de Florencio Mayie. Comenzó así la carnicería y la caza de brujas. ¿No hubiera sido igual de fácil detenerlo o capturarlo como rehén de ‘guerra’?

Macías Nguema se encontraba retirado de la vida pública prácticamente hacía cuatro años. Residía en su poblado y rara vez visitaba Bata y Malabo. Cuando se entera de la ejecución de su hermano huyó a la jungla junto a su conductor, Ngom Ndum.

La rendición de Macías se produjo dos días después del comunicado leído en la radio estatal por los insurgentes. Se ha intentado marear la historia alegando que hubo bandos enfrentados, pero ello no se puede considerar como tal durante el tres de agosto. Todos los jefes militares de las distintas jurisdicciones de Río Muni habían sido previamente avisados por Florencio Mayie y ninguno opuso resistencia.

El presidente Macías no tenía guardia pretoriana sino una reducida escolta que olvidó de usar para repelar la insurgencia. Escapó sólo a la jungla y aconsejó a su conductor refugiarse a la vecina Gabón, como así lo hizo.

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