Tres de
agosto 1979-2012: de la tristeza a la desesperación
El déspota
Teodoro cumple treinta y tres años en el
poder
Treinta
y tres años de tiranía, arbitrariedad, nepotismo y despotismo, clientelismo,
violación sistemática de los derechos humanos, libertades públicas y
fundamentales
Treinta
y tres años de corrupción sistemática y generalizada
Treinta
y tres años de abuso de poder y de impunidad
Treinta
y tres años de terror, tortura, exacciones, ejecuciones sumarísimas, terrorismo
de Estado
Treinta
y tres años de persecución y eliminación física de la disidencia política
Treinta
y tres años de cárcel o exilio de la disidencia y población descontenta
En fin,
treinta y tres años de ausencia total de un Estado democrático y de Derecho.
Obiang es el Estado y el Estado es Obiang
Florencio Mayie Elá Mangué, criminal de guerra
Si Florencio Mayie no
hubiera nacido, Teodoro Obiang no sería presidente de Guinea Ecuatorial
PEDRO
NOLASCO
El régimen tiránico y
despótico impuesto en Guinea Ecuatorial desde el tres de agosto de 1979 festeja
este viernes, en medio del triunfalismo que le caracteriza, su trigésimo tercer
aniversario de la llegada al poder. Lo hace en medio de una sociedad
ampliamente pervertida, corrompida y ensangrentada por tantísimas heridas
abiertas en su corazón como consecuencia de la férrea represión y el estado
policíaco impuesto por su tirano, Teodoro Obiang (Akoakam-Esangui, Oyem, Gabón,
1942).
Empero, Guinea Ecuatorial
con una población que oscila a medio millón de habitantes y donde la esperanza
de vida es relativamente corta, más de tres décadas de poder inquisitorial han
dejado imborrables huellas en la mayoría de la población que no ha visto ni
tiene referencia sólidas de otra forma de gobernar el país que la impuesta por
el dirigente de turno.
El boom del petróleo, de
cuyas migajas todos rivalizan en recoger a cualquier precio debajo de la mesa
del anfitrión, dueño y señor de la población y de sus recursos naturales, ha
creado un Estado vanidoso que ha abandonado y renunciado de forma consciente o
inconsciente cualquier principio moral y cortado de raíz el contrato social.
En medio de tal abismo
que nubla todas las dimensiones de coexistencia pacífica, ordenada y armoniosa
de los guineoecuatorianos, secunda una fantasmagórica oposición a caso más
difusa que la propia población.
La consecuencia más
inmediata es que hoy por hoy los guineoecuatorianos se han rendido no sólo al
infortunio y a la desesperación, sino han aceptado la barbarie política y moral
impuesta por los dirigentes de turno como líneas maestras de concebir el
Estado, la cosa pública y la convivencia de sus habitantes.
No es objeto de este
artículo hacer un tratado sociopolítico de lo que hoy acontece en Guinea,
larvado desde muy temprano por tío y sobrino que han mal dirigido el país en
los últimos cuarenta y cuatro años, sino retomar la denuncia de hace año sobre Guinea Ecuatorial y sus presuntos criminales
de guerra.
Más de tres décadas después
¿Cuántos militares y
civiles murieron en Río Muni durante la revuelta palaciega? ¿De qué murieron y
quién ordenó ejecutarlos? ¿Cuántas mujeres fueron abusadas y violadas? ¿Dónde
están las fosas comunes escavadas en Bata para enterrar a las víctimas vilmente
ejecutadas?
Éste periodista seguirá
manteniendo que no tenía que haberse
registrado ningún disparo, ningún tiroteo ni menos ejecuciones sumarísimas y
demás exacciones registradas al mando del Comandante Florencio Mayie Elá Mangué
durante el motín del tres de agosto de 1979.
La primera víctima
conocida del tres de agosto fue Nguema Bituga, primo hermano carnal de Macías
Nguema, el presidente depuesto. Bituga fue ejecutado vilmente cuando, junto a
un escolta y su conductor intentó ir Bata para interesarse de los rumores de un
golpe de Estado contra su hermano. Retenidos en una barrera cerca del poblado
de Bindung y sin mediar palabra fue tiroteado a quemarropa por los militares de
Florencio Mayie. Comenzó así la carnicería y la caza de brujas. ¿No hubiera
sido igual de fácil detenerlo o capturarlo como rehén de ‘guerra’?
Macías Nguema se
encontraba retirado de la vida pública prácticamente hacía cuatro años. Residía
en su poblado y rara vez visitaba Bata y Malabo. Cuando se entera de la
ejecución de su hermano huyó a la jungla junto a su conductor, Ngom Ndum.
La rendición de Macías se
produjo dos días después del comunicado leído en la radio estatal por los
insurgentes. Se ha intentado marear la historia alegando que hubo bandos
enfrentados, pero ello no se puede considerar como tal durante el tres de
agosto. Todos los jefes militares de las distintas jurisdicciones de Río Muni
habían sido previamente avisados por Florencio Mayie y ninguno opuso
resistencia.
El presidente Macías no
tenía guardia pretoriana sino una reducida escolta que olvidó de usar para
repelar la insurgencia. Escapó sólo a la jungla y aconsejó a su conductor
refugiarse a la vecina Gabón, como así lo hizo.
