Emilio Bernal Labrada*
Al paso de las malas noticias que a diario nos asedian sobre la ola de locos asesinos que se dedican a la cobarde matanza de los inermes e indefensos, surge una pregunta que todos se han hecho sin que nadie acierte: ¿Por qué?
Y no nos digan que son inadaptados, sufridos que se ven atrapados en una sociedad que no los ama y que por lo tanto explotan en desaforada violencia, motivo por el cual necesitan comprensión y tratamiento psiquiátrico.
La respuesta es otra, y tan sencilla que al parecer nadie, ni siquiera los presuntamente ultracapacitados dirigentes gubernamentales, se han dado cuenta: los tales orates —fingidos en muchos casos— disfrutan de la publicidad, de la notoriedad, del hecho de hacerse famosos de la noche a la mañana. Luego se suicidan y sanseacabó. Si no, tras un juicio exageradamente publicitado y escandaloso —la prensa hace su agosto—, se regodean al ver cómo se difunde su relato por los medios informativos, que así les hacen el juego.
La solución: no darles ninguna publicidad —o la mínima posible— al nombre, la foto, la vida y los motivos (o falta de ellos) del responsable de tales fechorías. Semejantes sujetos deben someterse al silencio y al anonimato por el resto de su vida y por secula seculorum.
Mejor será concentrarse en las víctimas y los enlutados y acongojados familiares. Publicitar y analizar al victimario es precisamente lo que NO se debe hacer, puesto que claro está que ello no hace otra cosa que dar estímulo a más COPIONES que enluten al país con sangre de inocentes niños, mujeres y hombres.
Mientras sigamos dándoles lo que desean a los asesinos, seguirán las matanzas. Es claro que no se deberá coartar la libertad de prensa; pero esta, si es responsable, deberá atender a una exhortación de los mandatarios que pida este pequeñísimo sacrificio en nombre de las víctimas, pasadas y futuras, de tan repudiables hechos. Si no, pesará la correspondiente responsabilidad sobre quienes infrinjan la veda. Pero, ¿estará la prensa dispuesta a morderse la lengua?
Dicho esto —y haciendo caso de nuestra propia admonición, pasemos a hablar del idioma. Las noticias típicamente nos dejan pasmados por la desatención a lo que es lícito, lógico y correcto.
Nos dicen, con buenas razones, que el público debe estar «EN ALERTA» respecto a la posibilidad de tales atentados. Pero en alerta estarán en inglés, porque lo que es en castellano, se está EN ESTADO DE ALERTA, o simplemente ALERTA.
Las Olimpiadas de Londres, el acontecimiento del año, dan lugar a errores dignos del libro Guiness de Superlativos. Infórmannos de que las medallas doradas, por ejemplo, tienen solo «un por ciento» de oro. ¿Y eso no lo sabíamos ya? Es decir, que las medallas no son de oro macizo (si lo fueran serían incosteables). Claro, lo que nos han querido decir es que los tales galardones tienen de oro solamente «el UNO por ciento». (La voz uno no puede apocoparse caprichosamente, sino acorde a reglas muy precisas; para porcentajes, exigen la forma completa: el veintiuno por ciento, el treinta y uno, etc.)
Un trastorno del que sufren algunos atletas, nos participan, es el de la TENDINITIS. Lo siento, pero esa grafía y pronunciación estará bien en inglés. No concuerdo con su aceptación en nuestro idioma, puesto que es un evidente préstamo y a la vez calco —aunque figure en el DRAE—. Por cierto, ahora constan en el Diccionario maestro muchas voces que se consideraban y se consideran incorrectas, simplemente por el hecho de que, si tienen uso suficiente, se estima que hace falta definirlas. ¿A dónde vamos a parar?
Si de pulmón viene pulmonía (no pulminía), de tendón tiene que venir tendonitis; de la raíz cardio nos llegan cardiología y cardiopatía, y no cardilogía y cardipatía. Cierto es que de colon viene colitis, pero se trata de un apócope en que -onitis ha quedado en -itis. En los derivados, si no hay elisión, debe prevalecer la grafía originaria. Está claro el origen anglo de TENDINITIS: obedece a que en esa lengua la O y la I suenan casi idénticas en ese fonema. Pero, ¿quién ha dicho que hay que imitar los ajenos errores o idiosincrasias?
Para muestra un botón: se acaba de incorporar la voz espanglish (sic, sin acento, infringiendo de paso las reglas ortográficas), siendo el caso que es voz híbrida y bastarda. Para estos casos haría falta poner una marca que la califique de voz vernácula, informal y, si es del caso, regional. Si quisiéramos acuñar un nuevo término para la mezcla de inglés y español, ¿por qué no una en puro castellano que denote lo mismo?: ESPANGLÉS. El caso es que espanglish es voz que innecesariamente remeda el defecto que designa, estableciendo mal precedente.
Cito a la prensa televisiva: un estudio de la incidencia de fenómenos atmosféricos que afectan a seres humanos señala que, al año, centenares de «pacientes son golpeados por rayos». Primero, los rayos no suelen afectar a pacientes, ya que estos no lo son sino hasta después de ser ALCANZADOS o FULMINADOS (es lo que hacen los rayos, alcanzar o fulminar, y no precisamente golpear). ¿No será que «los rayos fulminan anualmente a centenares de víctimas»?
Eso sí, el mal uso del español constantemente nos GOLPEA con RAYOS de Olímpico desprecio por nuestra maltrecha lengua, que apenas recibe el UNO por ciento de consideración por parte de los que nunca están, como debieran, en ESTADO DE ALERTA por su protección y bienestar.
*Emilio Bernal Labrada, de la Academia Norteamericana, es autor de: La prensa liEbre o Los crímenes del idioma; pedidos a Esta dirección electrónica esta protegida contra spambots. Es necesario activar Javascript para visualizarla , y de Getting Away with Murder—In U.S. Public Life; pedidos a amazon.com.
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