Wifredo Espina
Ahora, parece que se trata de ponerle una trampa al Rey. Como se hizo con Rajoy, y en la que este torpemente cayó. Veremos que pasa en el caso del Rey.
De Artur Mas se podrán decir muchas cosas, pero no se le pueden negar altas dosis de habilidad y coraje, adobado con cierto cinismo. Ahora mismo tiene en vilo a toda Espanya con su desafío independentista, siendo él, como es constitucionalmente, el representante ordinario del Estado en Catalunya. ¡Quién lo diría!.
Con su socio republicano, el claro y contundente Oriol Junqueras, con quien se ha confabulado para gobernar y llevar a los catalanes a la independencia, ha iniciado la arriesgada andadura con una unilateral y radical declaración soberanista. El texto que han suscrito, que proclama a Catalunya un “sujeto político y jurídico soberano”, fija que su objetivo es constituir "un nuevo Estado". Esto puede ser legítimo, pero no es legal si no se cambia antes la Constitución, como propugna el PSC, partidario del federalismo.
Y la pretensión de Mas y Junqueras es que el Parlament haga suya esta declaración, cosa que posiblemente conseguirán por mayoría de votos, con alguna modificación formal, pese a que los demás partidos ya se han declarado abiertamente contrarios, por distintas razones. Y una vez hecha suya oficialmente por el Parlament, ¿qué?.
Pues muy sencillo, se esgrimirá como “la expresión democrática” de la voluntad del pueblo. Como se hizo con el “Pacto fiscal” que el president Mas entregó a Rajoy, no con la intención de negociarlo -pues en sus términos era legalmente innegociable- sino de provocar un “no” de La Moncloa. Y lo logró, presentándolo luego como “un portazo” inadmisible y humillante. Pero resulta que este “no procede”, expresado por Rajoy, fue un pretexto perfecto para anticipar en más de dos años las elecciones catalanas (pese a tener el “Gobierno de los mejores”) y hacer suya, en un cambio de tercio, la demanda mayoritaria de la gran manifestación independentista de La Diada, nutrida también, entre otras cosas, por el descontento social por los recortes (de Zapatero, Rajoy y Mas), como ha dicho Joan Herrera, líder de Iniciativa, que no deja de advertir que lo urgente ahora es el problema económico y social de los ciudadanos.
Y ya no se ha hablado más del famoso “Pacto fiscal” -que se alegaba era la voluntad popular- ni de negociar una sustancial mejora del financiamiento económico para Catalunya, que propugnan el PSC, Ciutadans y el PPC. Ahora solo se persigue la ruptura, salir de Espanya tras un premeditado y ruidoso “choque de trenes” proclamado hace tiempo, sin calcular ni explicar las consecuencias.
Juntar un crisis económica tan grave como la que vivimos, con un desafío de ruptura política es una grave irresponsabilidad, por más que esta pretensión pueda ser legítima y por las vías adecuadas. CiU ha enterrado el “seny” (ponderación) de los tiempos buenos de su fundador Jordi Pujol, para emborracharse de “rauxa” (actitud locoide) de un Artur Mas, que fue precisamente quien una noche (con nocturnidad) negoció a la baja con Zapatero el nuevo Estatut, del que Maragall luego se arrepintió reconociendo que antes había que haberse modificado la Constitución y no intentar reventarla desde dentro.
Ahora Mas se empeña en liderar la radicalidad separatista, pese al varapalo personal y político en las últimas elecciones, en que quemó su ansias mesiánicas y, además, perdió doce diputados para su partido. Y de poder gobernar sin demasiados problemas, ha pasado a tener que echarse en brazos de la ERC de Junqueras, para seguir gobernando, atado de pies y manos, por esta formación política, en la que muchos votantes han trasladado por coherencia la confianza que han negado a Mas en las urnas.
Pero Mas no se rinde. No es su estilo. Y así, ya pide reunirse con el Rey para entregarle la declaración de soberanía para la independencia, una vez haya sido adoptada por mayoría de votos en el Parlament. La nueva cita con Rajoy vendrá después. Jugada maestra.
Como el Rey no podrá aceptar su propuesta o petición, ya que no está en su mano, pues política y jurídicamente no le corresponde, Artur Mas, en su proclamada voluntad de agotar las vías de diálogo (dice), ya podrá esgrimir otro “no”, otro “portazo” inadmisible y humillante. El victimismo, otra vez. Todo a punto para, “democráticamente”, una hipotética proclamación unilateral y solemne de independencia. Nuevamente, la habilidad, coraje y dosis de cinismo de Artur Mas habrá surtido el efecto deseado por el nacionalismo más radical, el de la ruptura.
Al Rey ya se le habrá tendido la trampa. ¿Se dejará atrapar?
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