«(los libros) …Corren en todas direcciones,
apagando las estrellas y extinguiendo el sol.
Nos dejan completamente desorientados.”
(Farenheit 451).
Mercedes Arancibia
Todos los caminos de la ciencia ficción conducen a Ray Bradbury, aunque él prefería llamarlo fantasía – que consideraba lo más importante de su obra y que definía como “el arte de lo imposible”- pensando que lo de ciencia le venía grande.
En mi caso, todo en Ray Bradbury conduce a Farenheit 451, la temperatura a la que arde el papel, convertido en 1966 en una inolvidable película dirigida por François Truffaut y protagonizada por Julie Christie y Oskar Werner, sobre una de las grandes obras de la literatura de anticipación, escrita trece años antes por el americano que ha muerto en este junio de 2012 a los 91 años. Un libro de apenas doscientas páginas, convertido muy pronto en objeto de culto, con un discurso de fondo muy fuerte y fácilmente trasladable a la sociedad de los últimos cien años. O, si no, ¿qué otra hacían Hitler, Mussolini, Franco… con sus aparatos represores, sus Fraga Iribarne y sus Camilo José Cela, tachando con el lápiz rojo de la censura lo que no podía saberse? ¿Qué otra cosa hacen los actuales gobiernos chino, iraní, norcoreano, eritreo… persiguiendo a escritores, periodistas y blogueros, intentando impedir que “los papeles”, los mensajes electrónicos y los sms se expandan por el universo hablando de Tiananmen y transmitiendo información que “no conviene” que se sepa?
La fuerza de Farenheit 451, que irremediablemente remite al mejor Orwell, el de 1984, no reside en el estilo sino en el ambiente: en la sociedad descrita y en los temas esbozados, en el clima de pesimismo que sobrevuela esa sociedad sombría, totalitaria y deshumanizada, donde la sensación de felicidad es “ilusoria”, donde planea la nube negra del suicidio, donde la gente ignora lo que realmente importa y también lo que realmente pasa. Una sociedad superdesarrollada y tan primitiva a la vez que ha convertido la cultura en tabú. Por eso, y lo mismo que en la novela de Orwell, su compromiso con la libertad, su rechazo del totalitarismo y su rabiosa actualidad -la deshumanización de la sociedad, la desaparición de los valores, el alejamiento del hombre de la naturaleza, el embrutecimiento generalizado frente a los fenómenos de la cultura de masas- , hacen de Fahrenheit 451 un clásico de la contra-utopía más de medio siglo después de su publicación.
Ray Bradbury, quien había nacido el 22 de agosto de 1920 en Waukegan (Illinois), descendiente por parte de padre de una bruja de Salem, ha muerto el 5 de junio de 2012 en Los Angeles, ciudad a la que llegó con sus padres cuando tenía catorce años. Se hizo una cultura propia a base de horas de lectura en bibliotecas públicas. Y como siempre recordaba haber escrito Farenheit 451 en una vieja máquina de escribir que funcionaba con monedas, en la biblioteca de la Universidad de California, no veía el menor interés en aprender a usar el ordenador. Un ataque cerebral le impedía desde 1999 escribir a máquina; los últimos años dictaba a su hija los textos, por teléfono. Tras un puñado de cuentos terroríficos reunidos en "Dark Carnival" (1947), le llegó un éxito inesperado con "Crónicas marcianas" (1950) –“El planeta Rojo es un sueño romántico”-; "Fahrenheit 451" (1953) le catapultó al ranking de los autores internacionales de best-sellers. Ha dejado una obra muy prolija y variada compuesta por cerca de 30 novelas y más de 500 cuentos, pero también obras de teatro, poemas y guiones cinematográficos, entre ellos el de Moby Dick, de John Huston, que le brindó la oportunidad de “descubrir un extraño planeta llamado Irlanda” como dejó dicho, varias décadas más tarde, en el libro de memorias “La ballena de Dublín”.
“Evidentemente – han escrito en la sección de cultura del semanario francés Le Nouvel Observateur, en un artículo titulado “Ray Bradbury ha abandonado el planeta Tierra”- la noticia de la muerte de Ray Bradbury tenía que publicarse, antes que en ningún otro sitio, en IO9, la página web de “la gente que viene del futuro”. Y así ha sido: el primer obituario puede encontrarse todavía en portada de IO9 we come from the future. Porque casi veinte años antes de que Neil Armstrong pusiera el pie sobre la superficie de la luna, Bradbury ya contaba en Crónicas marcianas cómo la humanidad conseguía invadir Marte y de paso dejaba reducida a nada la civilización que allí había evolucionado. Porque más de medio siglo después, tan cerca como en 2010, Bradbury, ya nonagenario, seguía fantaseando: “Jamás debimos abandonar la Luna. Hay que volver a disponer de dinero, desarrollar cohetes e ir a instalar allí una base. Después, en 40 años más, Marte. Y en 300, explorar fuera del sistema solar. Es la única solución para que humanidad alcance la eternidad. Si a Cristóbal Colón le hubieran recortado los fondos públicos esta tarde no estaríamos hablando aquí”.
Le gustaba vivir: “Siempre he poseído un inextinguible entusiasmo por la vida –dijo en 2000 en una entrevista en Le Figaro- escribo para celebrar la vida, es algo que no ha cambiado en mis sesenta años de carrera”. Y creía en el amor: “Quiero recordar que en cualquier cosa puede encontrarse amor”, dijo al inaugurar en el campus de la UCLA el Festival del Libro de Los Ángeles en 2008. Tenía, además, un especial sentido del humor. Cuando le preguntaron que pensaba de la clonación respondió: “Yo me he casado y he tenido cuatro hijas. Ya me he clonado”.
