En dicho escrito, además de mostrar mi respeto por dichas víctimas y familiares, y por el trabajo de muchos colegas informando del tema, mostraba mi extrañeza, mezclada de repugnancia y hartazgo, sobre la forma en que otros, cual buitres carroñeros, buscaban el sensacionalismo, la exclusiva, el notición, apoyándose y valiéndose del dolor de unos familiares que, destrozados, deambulaban desorientados de un sitio para otros transidos de dolor.
Tal vez fuera una premonición informativa, pero cuál no será mi sorpresa cuando hoy, leyendo la prensa, me encuentro con la información firmada por una de las personas que ha sufrido en carne propia la desgracia de perder a un ser querido, por una parte, y de sufrir y tener que aguantar a esos buitres de la pluma, del ordenador, la radio, la televisión, que más que periodismo, hacen carroñerismo putrefacto, con tal de sobresalir de los demás, de apuntarse el tanto, aunque sea aupándose sobre el dolor de unos familiares que han perdido a sus seres queridos.
La información está firmada por Moncho Alpuente, uno de los periodistas con mejor verbo y saber hacer profesional que he conocido, y con cuya amistad me honro. Con Moncho he trabajado, colaborado durante años en El País Semanal, en aquel País Imaginario que fue durante años la versión lúdica, desenfada, humorística, de su hermano mayor, porque pensábamos, y muchos seguimos haciéndolo, que la sonrisa es la distancia más corta entre las personas, y que merece la pena intentarlo, hacer reír, antes que escupirnos por el colmillo.
Moncho Alpuente ha perdido -dice en su crónica- a una persona muy querida en el accidente aéreo de Barajas y lo primero que importa es solidarizarse con él, al igual que con las víctimas y el resto de familiares. Pero también hay que denunciar, una vez más, como hace Alpuente hoy en El País, en su crónica "Días de nadie", a "esa bandada de carroñeros que espían los recovecos más íntimos del dolor ajeno".
No denuncia el periodista amigo a todos, sino a los "carroñeros que espían los recovecos más íntimos del dolor ajeno y lanzan a los cuatro vientos expresiones y declaraciones efectuadas en instantes de sufrimiento y ofuscación...", a esos -asómbrense-, "espías que, disfrazados de amigos o familiares de las víctimas, rebuscaban entre los grupos de afectados a la caza de una frase ‘noticiable', de un exabrupto o de un rumor que luego propagan con desfachatez en sus medios...".
En esta bendita o maldita profesión que muchos respetamos porque es la nuestra, la que nos ha dado el pan nuestro de cada día, teníamos por costumbre y norma que el periodista nunca era noticia, estábamos en el anonimato, informando al ciudadano del diario acontecer. Pero de un tiempo a esta parte en los medios de comunicación, sobre todo en los televisivos, ha tomado mando en plaza un nuevo estilo de informador -llamarlos periodistas conduce al vómito-, que lo primero que hacen es buscar el sensacionalismo, llamar la atención, hacerse notar, aunque para ello tenga que meter al entrevistado el micrófono en la bragueta, la cámara en las amígdalas o vestirse como Charlie Rivel para dar la nota. Y además se ríen de su "pose". No es extraño que García Márquez diga también hoy que "sufre como un perro" ante la situación del nuevo periodismo...


escrito por maria dolores alpuente, febrero 27, 2010