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Miercoles, 14 de Noviembre de 2012

Actualizado08:21:54

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‘Pescador’ de Horizontes

La elegancia consiste en no hacer nada igual que los demás,
aunque parezca que se hace todo como ellos.
Honoré de Balzac

http://youtu.be/xCy1miUSYi0

La oportunidad de un simple costeño de esquivar el naufragio en la miseria (encontró ladrillos de cocaína en la playa) se evapora cuando derrocha su fortuna en putas... hecho tan verosímil que inspira una película gracias a un testimonio que no llegó a ser crónica.

Si usted quiere ver una película con final cerrado –en el que todo concluye cuando aparecen los créditos, después de que el personaje principal conquista a su amada y antes de que vivan “felices para siempre”– NO es recomendable que vea el último largometraje de Sebastián Cordero.

Si en los seis meses que pasaron desde el estreno internacional –su presentación en Ecuador se retrasó por inconvenientes en cuanto al formato– nadie le avisó que lo menos convencional de ‘Ratas, ratones y rateros’ se repetiría en ‘Pescador’, pues prepárese. Alístese para ver como amanece en la costa ecuatoriana sin que por eso la luz llegue a la vida de los protagonistas.

El no alterar el orden del tiempo en esta historia de un perdedor arquetípico la acerca a su origen. Hechos reales incluidos en forma de testimonio hicieron que se teja un hilo narrativo en torno a Confesiones de un Pescador de Coca. Lo que Juan Fernando Andrade escribió para la revista Soho en enero de 2007 y que solo se publicó en la edición de abril/mayo de ese año, luego de que los editores decidieran quitarle el estatus de crónica a una entrevista matizada con notas periodísticas, hilvanada sobre el testimonio casi espontáneo de su autor.

Pero no vaya a creer que lo que este escritor logró en el guión, junto al director de ‘Rabia’, se distancia de lo periodístico. Es un relato sentido, escuchado y hecho ficción acerca del 'mono' que quiere dejar la pobreza sin más esfuerzo que el aventurarse a recorrer el país en busca de quien pueda llenar el vacío que más lo entristece, aquello que le hace refugiarse en el pasillo y el bolero sin dejar de brindar, eso que llena de nostalgia las escenas de todo vivaracho bonachón y fracasado: su soledad, y la conciencia que durará para siempre.

Y como la tragedia solo es posible cuando el engaño es inesperado, no se sorprenda si un amigo del pescador se le adelanta en la faena sin mejor carnada que el cinismo y la oportunidad. 'Blanquito' adornará el anzuelo pero, para su desgracia, vendrá una red que lo dejará con las manos vacías. Una y otra vez le ganarán sin contemplaciones y él no aprenderá, pero tampoco desistirá... al final “un culo es un culo” y hay que continuar.

Un mérito de esta obra es que refleja una realidad concreta en la gran pantalla como en un espejo sin tiempo. Eso lo lograron rodando en locaciones también reales en que el derroche llega al clímax: chongos –no burdeles, es diferente–, playas y rutas sin olvidar el paso por un cementerio. Un rodaje en la carretera en que el protagonista da la sensación de haber improvisado cada escena al envolverse en el ambiente chaplinesco de su pueblo natal, o en la atmósfera cantinflesca de La Perla del Pacífico para desembarcar en la sal sin mar de la capital (Manta es solo el aperitivo de lo que vivirá este aventurero).

Quizá el periplo por estos lugares se distorsione en una vorágine de transiciones que abusan de los desenfoques de movimiento sobre una cámara rápida, pero el objetivo se cumple: ir de la risa al llanto sin derramar una lágrima ni soltar una carcajada. Y, al salir de la sala, le quedará la sensación de que, si por una lado las montañas y el frío serranos no nos permiten ver lo que traen las olas más allá del horizonte, por otro tenemos las mismas expectativas de quienes devoran lo que encuentran a sus pies por obra del mar, por eso recreamos su tropical ambiente en locales comerciales y bares como queriendo naufragar (tan fácil hacerlo en esos confines que están más cerca de lo erótico y del exceso que del realismo mágico: Manta se acerca más a Miami –droga, mujeres, lujos– que a Macondo o a la Isla del Tesoro).

...y pensar que los guionistas decidieron llevar este pedazo de realidad al cine luego de dejar de lado su intención de adaptar una sinopsis basada en un cuento de Edgar Allan Poe.

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Última actualización el Lunes 13 de Agosto de 2012 05:38