Mercedes Arancibia.- "Cuando un forastero viene al Sur llora dos veces: cuando llega y cuando se marcha". Un axioma que se cumple al pie de la letra en la divertida comedia “Bienvenidos al Sur”, remake italiano del gran éxito de taquilla francés de 2008 "Bienvenue chez le Ch’tis", traducido por “Bienvenidos al Norte” en nuestro país, donde también logró hacer una taquilla considerable habida cuenta probablemente de lo escasos que andamos de motivos no digo ya para reír, ni siquiera para sonreír.
Suscribiendo un comentario encontrado en un blog italiano, digo que “Bienvenidos al Sur” es una ocasión de reír a gusto con una “comedia coral dirigida al gran público” y de reflexionar “sobre el sentido de nacionalidad, sobre el amor y la amistad y por encima de todo sobre los clichés locales”.
Exactamente igual que en el original, porque se trata de un remake en el sentido más americano del término, es decir una réplica de la trama y de los principales gags adaptados al lenguaje y la cultura napolitana más profunda, la de los pueblos pequeños. Como suele ocurrir siempre en estos casos, es probable que en la “adaptación” se haya perdido buena parte de la comicidad original, pero hay que decir que a lo largo de las casi dos horas de proyección nos encontramos con momentos de la mejor comedia italiana de siempre, la de los De Sica, Sordi o el Gassman más inspirado. La que arranca carcajadas. Y como no es algo que ocurra muy a menudo, conviene no perdérselos.
Vamos al grano. Alberto, director de una oficina de correos en la zona de Baja Brianza, se encuentra a un paso del traslado a Milán, la ciudad tan soñada y tan lejos. Cuando le comunican que su proyecto se ha venido abajo porque el puesto se lo han adjudicado a un minusválido, decide hacerse pasar también por minusválido; le descubren y, como castigo, le mandan a dirigir la sucursal de un pueblo napolitano.
Mientras el protagonista de la película francesa se decantaba por las excelencias del sol del Mediterráneo y las palmeras de la Costa Azul al tiempo que temía el frío y lo cielos grises de las regiones próximas al Canal de la Mancha, el sueño del Alberto italiano está tutelado por la Madonnina de Milán mientras da comienzo a los dos años de pesadilla que le esperan en un Sur que se le antoja perezoso, cateto y parasitario. Un Sur situado en Campania, en la zona de Nápoles, de forma que para el traslado incluye en su maleta un chaleco antibalas, evidencia del primero de una infinita serie de prejuicios que el Norte (en Italia, como por otra parte en el resto, al menos, de los países mediterráneos) alimenta en relación con el Sur, y que van desfilando puntualmente por el guión.
Como he visto la película en versión original subtitulada me queda la duda de cuanto pueda perder en el doblaje; algo que ocurre siempre y es inevitable cuando, como en este caso, los adaptadores se las tienen que ver con un dialecto y mucho, mucho argot. De todas maneras, si la adaptación se corresponde con la traducción que hemos leído en los subtítulos me temo que el público se va a perder muchas e importantes sutilezas, imprescindibles para una correcta comprensión de algunas escenas y situaciones. Por poner un ejemplo, “terrone” en Italia es mucho más que el aséptico “pueblerino” utilizado en la traducción; para entender porque se enfadan tanro cuando les llaman “terroni” hay que traducir por “cateto” o “paleto”, por lo menos. Y aún le faltarían algunos matices, “sfumature” que dirían ellos.


escrito por Javier Sandoval, marzo 06, 2011