Mercedes Arancibia
¿Recuerdan a Hansel y Gretel -Juanito y Margarita en versión made in sapin- los niños abandonados en el bosque, su casita de chocolate, su bruja antropófaga…? El Hollywood que todo lo puede ha transformado ahora a aquellos inocentes párvulos de nuestra infancia en la pareja de hiperactivos, sangrientos y vengadores hermanos -a caballo entre una suerte de Edad Media suspendida en el tiempo en que transcurre lo que ha quedado de la historia que escribieron los hermanos Grimm y una especie de futuro que se plasma en la ropa de cuero que visten y las armas que esgrimen-, protagonistas de la película Hansel y Gretel: cazadores de brujas, prohibida en Estados Unidos a menores de 17 años mientras que aquí es “no recomendada para menores de 12”.
Protagonizada por Jeremy Renner (Mision imposible 4) y Gemma Arterton (exchica Bond), escrita y dirigida por Tommy Wirkola (33 años, actor, guionista, realizador), se estrena el próximo 1 de marzo en 3-D.
Han pasado los años y los hermanos se han convertido en cazadores de brujas, la parejita de marras es una especie de empresa que, con ánimo de lucro pero sobre todo por venganza personal, recorre pueblos liberando a los habitantes de sus pesadillas. Como van cargados con su pasado, y para que en ningún momento se olvide lo que les ocurrió (que, se supone, justifica lo que hacen en el presente), Hansel tiene que inyectarse insulina como el diabético que es a consecuencia de la dieta a base de golosinas que la bruja le obligó a seguir, con el insano propósito de comérselo una vez que estuviera bien cebado.
Se comprenderá fácilmente que entre esto, el hecho de que los niños abandonados se hayan transformado en unos jóvenes guerreros, armados hasta los dientes con artefactos que ya hubieran querido para sí el mejor James Bond o los chicos de la guerra de las galaxias –porque, lo mismo que la ropa, es todo una mezcla de pasado y futuro que lo convierte en intemporalidad fantástica-, y unas brujas que pelean como yudokas, pero también como demonios investidos de fuerzas sobrenaturales, del cuento apenas queda algún retazo perdido y lo que contemplamos en la pantalla es otra más de fantasía en 3-D, con interesantes efectos –flechas, dardos, proyectiles salidos de una mente calenturienta- que atacan directamente al espectador, lo mismo que los árboles, las lianas, los cepos diseminados por el bosque, en ese juego verdad-mentira de toda una sala de cine llena con espectadores de gafas ahumadas.
De nuevo estamos ante una muestra de la tendencia del cine de Hollywood a apoderarse de los mitos infantiles, maquillarlos convenientemente y servirlos “modernizados” para consumo de espectadores adolescentes. Tras una encuesta rápida entre mis amistades, la conclusión es que este tipo de películas –de estética gótica, con personajes sacados de la literatura infantil de todos los tiempos y trasladados al ambiente de las sagas literarias actuales donde conviven con vampiros, brujas, elfos, trolls, etc.- interesa a, y sólo a, niñas preadolescentes entre 12 y 14 años: antes de esa edad todavía les asusta la oscuridad, después les gusta un compañero de clase y no tienen tiempo para fantasías.
A mitad de camino entre el cine de horror y el de acción, con escenas de una enorme violencia ampliada por los efectos del 3-D, esta versión revisitada de Hansel y Gretel está llena de cabezas cortadas, cuerpos lacerados, brujas que más parecen zombies y chorros de sangre que le llegan al espectador a través de las gafas.
“Me contaron la historia cuando era niño –ha dicho el realizador noruego Tommy Wirkola- y siempre me he preguntado qué habría sido de ellos. ¿Dónde fueron a parar? ¿Qué les ocurrió después? He llegado a la conclusión de que, al menos para mí, lo natural era que se convirtieran en cazadores de brujas. Me parece lógico”. Cambiar los códigos de los cuentos de hadas, presentar a sus personajes como adultos, crearles un futuro… en suma, reinventar la historia que, por otra parte, es lo que en otros terrenos, como el de la política, hacen muchos adultos cada día.
Hansel y Gretel es un cuento popular que figura en el primer volumen de Cuentos de la infancia, recopilados por los hermanos Grimm. Clasificado entre los “cuentos maravillosos”, habla de dos hermanos perdidos en el bosque que tienen que enfrentarse a una bruja caníbal. El motivo de los hermanos abandonados también figura en otros cuentos tradicionales, de distintos países, todos ellos, según los historiadores de la literatura, inspirados en un episodio de la Odisea de Homero, en el que Ulises y sus compañeros se enfrentan al cíclope Polifemo.
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