Julio Feo Zarandieta
En este periodo de fiestas navideñas, son numerosas las películas de dibujos animados que llegan a las salas de cine del mundo entero. Tras su paso en mayo pasado por la Quincena de realizadores del Festival de Cannes, se acaba de estrenar en Francia “Ernest et Celestine” (Ernesto y Celestina), ingenioso dibujo animado francés que lleva a la pantalla un clásico de la literatura infantil francófona: la serie homonima de la dibujante belga – fallecida en el 2000- Gabrielle Vincent.
Esta aventura cinematográfica que desafia el monopolio de los gigantes Pixar y Walt Disney, en este género del dibujo animado infantil, se debe a Didier Brunner, productor francés responsable entre otros del gran éxito de “Las trillizas de Belleville”, original y brillante dibujo animado de Sylvain Chomet.
Brunner adquirió en 2008 los derechos de adaptación al cine de esos cómics, o tebeos de Gabrielle Vincent y propuso al escritor francés Daniel Pennac –premio Renaudaut 2007 por “Chagrin d’amour”- la escritura del guión. Si las novelas son por regla general la base para las adaptaciones cinematográficas, en esta ocasión el proceso ha sido invertido. Admirador de la obra de Gabrielle Vincent, Pennac no solo aceptó elaborar el guión de la película, sino que a partir de ese guión ha escrito ahora una novela titulada “Le roman de Ernest et Celestine”.
Sin embargo, el guión cinematográfico de “Ernest et Celestine” es más fiel al espíritu que a la letra de la serie de álbumes de Gabrielle Vincent. Pennac no se ha apoyado en particular en ninguna de las historias relatadas en dicha serie, sino que ha inventado un nuevo relato, apoyado eso sí en lo que constituye la esencia de ese cómic infantil: la amistad indestructible entre un gran oso gruñón, solitario vagabundo y una pequeña ratita huérfana. Dos seres diametralmente opuestos y que cada cual en su propio mundo se encuentran a contracorriente, víctimas de la marginación en un momento dado.
Una relación contra natura, anticonformista y rebelde se va a establecer así entre el oso Ernesto y la ratita Celestina, una relación que cuestiona a grandes y chicos sobre un tema universal de absoluta actualidad: el derecho a la diferencia, la defensa de la libertad frente a la intolerancia, el derecho al amor o a la amistad frente a los prejuicios sociales o raciales.
El guión de Pennac añade una nota de crueldad o de realismo a esa tierna historia de amistad entre dos seres tan diferentes. Dos mundos cohabitan en ese universo particular de la ficción animada:
El mundo de arriba es el de los osos, en donde como en el mundo de los humanos, los padres cuentan historias para dormir a su hijos, e inventan fábulas de ratitas que traen una moneda de recompensa para remplazar la perdida de un primer dientecito de leche. Ese ratoncito Pérez de nuestras leyendas hispanas, que en el mundo francófono se declina en femenino, pues es una ratita la encargada de mantener la ilusión y de consolar a los pequeños. Esos mismos osos adultos que detestan no obstante ver una rata en sus apartamentos y en sus calles. Esos padres, que en la pudiente sociedad de los osos, esperan hacer de sus hijos, ricos comerciantes o influyentes jueces o abogados.
El mundo de abajo es el de las ratas y ratones. Un mundo organizado y trabajador, en donde la actividad principal consiste en preparar a sus crías para ser dentistas, recuperando todos los dientes de osos posibles, para poder fabricar caninos de roedor y garantizar así el desarrollo económico de la comunidad. Una sociedad productivista la de las ratas, organizada como un ejército bien disciplinado y políticamente correcto.
De esos mundos opuestos han nacido los dos personajes que se van a encontrar en esta simpática y entrañable fábula. Ernesto es un vagabundo, un oso grandullón, músico y payaso marginal que se gana la vida como puede, y que pasa mucha hambre en su vida de bohemia. Celestina es la ratita huérfana que un día está a punto de ser devorada por Ernesto y finalmente le ayuda a encontrar comida y se convierte en su mejor amiga, siendo acogida por él en su casa en el bosque.
En esta Europa occidental nuestra , en la que son cada vez mas numerosas las parejas interétnicas y el mestizaje, los conflictos provocados por el racismo y los prejuicios sociales y raciales son numerosos. El encuentro de culturas y de religiones que pone en tela de juicio usos y costumbres nacionales y locales, han puesto sobre el tapete de forma candente la cuestión de la intolerancia y del racismo. Aceptar la diferencia del otro, del extranjero, es el primer paso necesario en la lucha contra esos prejuicios. Trasmitir ese mensaje a niños y adultos es hoy una necesidad absoluta, para quien aspira a un mundo en paz y es precisamente ese el mensaje sutil e inteligente de esta película de dibujos animados, a descubrir absolutamente en familia, para grandes y chicos.
Fiel al trazo elegante y minimalista de los dibujos de Gabrielle Vincent, este dibujo animado en dos dimensiones, que ha necesitado cuatro años de trabajo, ha sido realizado por el joven Benjamin Renner, recién acabados sus estudios en la Escuela de animación, pero ha contado con el apoyo de Stephan Aubier y de Vincent Patar, especialistas belgas del dibujo animado. Una troika de realizadores organizada por Didier Brunner.
Aunque fiel a los decorados pintados con acuarela y a los personajes de Gabrielle Vincent, Benjamin Renner ha aportado su propio estilo en la adaptación cinematográfica del dibujo animado, con una puesta en escena que tiene sobretodo como referencia los magníficos dibujos animados japoneses de Takeshi Kitano (“El verano de Kikujiro”), o de Hayao Miyasaki “Kiki la pequeña bruja”.
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La tolerancia y la intolerancia, casi parecen un juego trágico de palabras, porque en la misma sociedad occidental muchos grupos o sectores que señalan estar por la tolerancia y rechazar la intolerancia, tienen áreas en sí mismos donde ejercen la intolerancia o la justifican. En las convicciones de fe (religiosas) y en las políticas, por mencionar dos notorias, suele tenerse intolerancia a más de un grupo o sector que se estima contrario.
Y cuando alguien hace el esfuerzo por entender y practicar la tolerancia, se encuentra con que unos y otros de diversos sectores, lo intoleran a él mismo o lo descalifican.
La tolerancia, me parece, es aceptar y convivir con otros que son distintos en variados aspectos, pero que no implica -como también se suele creer por algunos- permitir esto o aquello, sin más. Se debe mostrar respeto amplio por lo distinto de los otros, pero eso no implica que, con igual tino, nunca expresemos discrepancia o un punto de vista diferente en un entorno de, ojalá, el mejor ambiente democrático.
Incluso en el racismo, en ocasiones se da por ambos lados, pero se convierte en problema cuando un sector racial puede ejercer ventaja, poder o abuso hacia el otro en base a considerarlo inferior, etc., etc. Y en el devenir del tiempo, también ocurre que "la torta se da vuelta".