Mercedes Arancibia
A la salida de la proyección de El Páramo, me decía un colega. “Realmente me pregunto a quien se le puede recomendar una película como ésta”. Respuesta: A nadie. El Páramo, dirigida por el colombiano Jaime Osorio -Premio al director revelación del Festival de Sitges 2011, muy apreciado por la Academia del cine colombiano-, es una película imposible, imposible de ver, imposible de entender, imposible de contar…
Según la promoción, "un comando especial de alta montaña compuesto por nueve experimentados soldados es enviado a una base militar en un desolado páramo de Colombia, con la que se perdió contacto hace varios días y que se cree que fue blanco de un ataque guerrillero. Al llegar, la única persona que se encuentra en el interior de la base es una mujer campesina fuertemente encadenada. Poco a poco, el aislamiento, la incapacidad de comunicarse con el exterior y la imposibilidad de huir, socavan la integridad y la cordura de los soldados, haciendo que pierdan la certeza sobre la identidad del enemigo y les crea dudas sobre la verdadera naturaleza de aquella extraña y silenciosa mujer. Presas del miedo, la paranoia y de un oscuro secreto que llevan a cuestas, los hombres se enfrentan unos a otros convirtiéndose en animales dispuestos a matarse para sobrevivir".
Según el espectador que soy, unos soldados – improbable la distinción entre unos y otros, inútil quedarse con su nombre porque todos parecen el mismo- que se encuentran no sé sabe dónde llegan a un lugar desconocido (por lo visto, una base militar real) formado por un puñado de casuchas medio en ruinas y allí encuentran encerrada y atada a una mujer extrañísima que no habla (se ignora si es muda) y tan sucia y desgreñada que es imposible averiguar sus rasgos. Los soldados tienen fuera al enemigo de la guerrilla y dentro al enemigo que ellos mismos representan: se temen, se odian, se insultan, dudan unos de otros…
Y con este argumento por lo menos inconsistente se ha construido una película a base de mucho primer plano, mucha cámara en mano (lo que significa continuos saltos de imagen y un mareo para la vista), el mínimo posible de palabras con sentido y sí, en cambio, un abuso de palabrotas, insultos, ruidos, gritos e imprecaciones que carecen de sentido y no son más que una forma de enfrentarse al miedo.
A mi no me ha gustado esta película de terror colombiano que se estrena en los cines españoles el 11 de enero de 2013.
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