Manuel López.- Fine Art. La quinta de las doce categorías de premios de los Hasselblad Masters Awards es “Bellas Artes”. “Fotografía artística” se decía y aún se dice en los ambientes de la concursística y el salonismo fotográfico, no digamos ya en los ambientes de la foto-arte, obviamente para desmarcarla de la fotografía profesional. El arte como un don excelso del genio creador frente al mero oficio del artesano que se limita a retratar lo que hay delante de la cámara por encargo mercantil.
Todavía se identifica al artista como un bohemio que crea sus obras a su libre albedrío, cuando le llega la inspiración. El profesional, en cambio, es mirado con reservas por trabajar por dinero. Por más exagerados que parezcan ambos clichés, en realidad no es tanta la exageración.
Un aspecto que muchas veces se nos olvida a la hora de leer una fotografía es la cuestión del gusto. ¿Al gusto de quién se ha hecho la foto?
En el caso del artista fotógrafo, está claro que al no haber relación comercial, él es su propio jefe y su propio cliente. Nadie le va a pedir cuentas de la obra.
Caso diametralmente diferente es el del fotógrafo artista profesional. Trabaja por encargo, pero no vende meras reproducciones fotográficas de los temas, sujetos u objetos que le demanda el cliente, sino que vende la plusvalía del arte con el que ejecuta sus trabajos.
Los grandes pintores fueron artistas profesionales que vivían de los encargos. Cierto que la mayoría creaban también obra propia -el arte por el arte-.
La diferencia entre la producción para un cliente o la producción como expresión libre de la propia creatividad es bien palmaria: en el primer caso, la obra ha de gustar a quien la paga; en el segundo no hay relación comercial, el artista crea para sí mismo, su obra solo tiene que gustarle a él.
En el campo de la fotografía profesional, y en todos los géneros, también en el fotoperiodismo, nos encontramos cada vez con más artistas profesionales que intentan combinar la realización del encargo con el propio sello creativo personal.
La que bien podemos llamar "fotografía alimentaria" -la que hace el fotógrafo para comer de su trabajo- puede ser considerada en muchos casos cumplidamente como arte. Arte más que apto para entrar en galerías y museos, una vez cumplida su función contractual "monetaria" en origen.
En el caso de los Hasselblad Masters, el desafío de la categoría que hoy reseñamos, Fine Art, no es fácil. Dada la naturaleza del cliente -el legendario fabricante sueco de la mítica cámara de formato medio-, la calidad objetiva de la imagen, esto es, la nitidez. la resolución en píxeles, ha de ser por fuerza excelente. De un motor de un avión es obligado esperar más potencia que del de una motocicleta.
Pero el mejor sensor de imagen disponible no deja de ser el mejor continente -nada más, pero tampoco nada menos-. El contenido es lo que ha de poner el artista dentro del fotograma. Por lo tanto, si el contenido de la imagen no es menos excelente que el continente, solo cabe decir que “miel sobre hojuelas”, la técnica y el arte se funden en un beso de los de película.
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